1. Ojos que no ven...


    Fecha: 15/08/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... por los muslos y sobre mis nalgas temblorosas.
    
    Después de una eternidad maravillosa, sentí que me volteaban cuidadosamente sobre la cama, ya que yo parecía dormida. No opuse ninguna resistencia porque me sentía como flotando sobre plumas y me encontré esta vez acostada sobre la espalda. Instintivamente llevé mis manos sobre mis tetas, como protegiéndome, aunque casi me arrepentí enseguida. Darío , tranquilamente, puso sus manos sobre las mías y sentí las puntas de sus dedos acariciar mi pecho cálido. Abrí los ojos cuando sentí una sombra sobre mí: era su rostro que se inclinaba sobre mí. Un momento después sentí su aliento cálido y sus labios se pegaron a los míos en un beso ardiente y su lengua ávida penetró entre mis dientes y buscó la mía.
    
    La suerte estaba echada.
    
    Yo le dejé hacer, mientras otras manos abrían la cremallera de mi pantalón: Giuseppe, que había estado acariciando mis muslos y mi vientre, me liberaba de la prenda. Levanté un poco el culo, para que me pudiese sacar el pantalón más fácilmente, mientras la lengua de Darío se entrelazaba con la mía. Sus dedos jugaban con mis pezones, mientras Giuseppe metía sus dedos bajo mis braguitas y recorría mi pubis y me introducía suavemente la punta de un dedo en la vagina y acariciaba suavemente mi clítoris. Sentí que un rayo me electrizaba y me abandoné a mis amantes, completamente mojada ya.
    
    Darío tomó una de mis manos y, al mismo tiempo que me besaba apasionadamente, la llevó hasta su entrepierna. Sentí un ...
    ... pene enorme y curvado bajo la ropa y supe que aquella era mi noche. Le desabotoné el pantalón y la cremallera cedió casi sola y deslicé mi mano suavemente sobre su vientre velludo hasta llegar a un pene ardiente que saltó casi hacia afuera. Al mismo tiempo sentía un fuego en mi vagina: era Giuseppe que, oculto por el tórax de Darío, había separado mis muslos y lamía concienzudamente cada rincón de mi vagina, provocándome un orgasmo interminable.
    
    Cuando el apasionado beso cesó, abrí los ojos y vi frente a mi rostro el enorme pene erguido de Darío, con un glande hermoso y brillante, del cual ya salía un fino hilo de semen: le miré brevemente a los ojos y me apresuré a recibir en la punta de mi lengua su leche ardiente. Él me cogió la cabeza con ambas manos e introdujo poco a poco todo su miembro en mi boca. Yo, golosa y abandonada, me puse a lamérselo disfrutando cada venita y cada pliegue de esa lanza adorable.
    
    Giuseppe, que me había estado lamiendo la vagina, me cogió de la cintura murmurando:
    
    - Ponte a gatas, Maria Eugenia... - Así me encontré a gatas, en mi boca la lanza hermosa de Darío y mi culo apuntando hacia el techo de la habitación. Giuseppe, desnudo ya, puso la puntiaguda punta de su pene en mis labios vaginales y me preguntó:
    
    - ¿Te gusta, zorra?... ¿Quieres que te la meta?... - - Asentí moviendo la cabeza, ya que no podía hablar, con la cosa de Darío entre mis labios. Sentí atrás un hierro ardiente que jugaba primero en la entrada de mi sexo para, como ...