1. Ahh, lujuria! (III: 2. Madre Mía!)


    Fecha: 05/10/2018, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Yo estoy segura que ustedes ya están imaginando el resto, como si fuera una de esas películas con final anunciado. De todas formas, a mí me está dando gusto relatarlo y, además, tal vez, no deberían confiar tanto en vuestra imaginación porque los hechos, en un principio desarrollados dentro de lo que yo misma podía imaginar, luego me superaron totalmente. Voy.
    
    Me moví prestamente: tomé un trapillo, lo humedecí y regresé, arrodillándome junto a Alberto que en su torpeza trataba de limpiar el desastre con sus manos, agravando en vez de aliviar las consecuencias en su short. Obviamente, frotar el bañador fue también frotar su tallo, que empezó a reaccionar. Entre risas generalizadas le dije "deja ya, no seas cochino" pero su miembro siguió creciendo, haciendo evidente la carpa. La mancha, en vez de extenderse se agrandaba.
    
    Ay, princesa, sigue, sigue así, mira que buen método para ligar, dijo, retirando el cuerpo más hacia atrás y rodeándome suavemente la nuca con una de sus manos. Hija, moja más el trapo (dijo má), tráeme otro (dije yo), mira, mira que aún no has limpiado bien (Alberto), calentón ingobernable, quédate quieto, ¿ quieres ? (dije yo). Diana, ven, enséñale a tu hija cómo se limpia el café. Mamá se arrodilló al otro lado, frente a mí, y se acopló a la tarea. Uyuyuuyy, qué paja celestial me están haciendo, dijo Alberto. Sigan, sigan, por favor, no me van a dejar así, madrecillas !
    
    Avergonzada, me retiré un momento hacia atrás. Vi el subido rubor en las ...
    ... mejillas de mamá. Vi el brillito de la lujuria en sus pupilas, su sudor en la frente. Qué manitas, Diana, qué manitas, incitó Alberto. Por unos momentos, mamá retrocedió. Vamos, chumi, vamos. La mano que estaba en mi nuca presionó; la otra mano, libre aún, fue directamente al elástico del bañador, para levantarlo, para abrirlo, para bajarlo apenas unos centímetros, ofreciendo ante nuestros ojos el capullo carmesí que corona su tallo, agigantado y húmedo. Tómalo, un momento, invitó. En ese instante perdí la noción de vergüenza; introduje mi mano bajo el bañador, alcancé la base del rollo y lo apreté con firmeza, poniendo casi todo al descubierto. Alcé la cara y clavé mis ojos en los de Tali, que me miró a mí y luego miró a má; yo también giré la vista buscando los mismos ojos que buscaba Alberto y los encontré, fijos, en el sexo expuesto de mi amante. Invita a tu madre, susurró Alberto con un jadeo; hazlo, mamá, obedecí sin conciencia, y sin poder dar crédito a mis ojos, vi la mano de mamá desplazarse y tomar el tallo apenas más debajo que yo y comenzar muy apenitas y con timidez un pequeñísimo sube baja.
    
    Permaneciendo aún al lado de ellos, los dejé solos. Retiré mi mano y con inexperiencia, mamá entreabrió los labios descendiendo el rostro y besó el capullo apenas se lo sugirió mi amante, para luego hacerlo cada vez con más y más decisión y frenesí. Dejé de existir para ellos pero aún así, hipnotizada, allí quedé, de rodillas aunque un poco más alejada ahora, viendo cómo mamá ...
«123»