Con consentimiento
Fecha: 05/10/2018,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: pompita, Fuente: CuentoRelatos
Mi cuerpo delgadito y varonilmente atractivo, tenía en su aparente fragilidad una vital virilidad y fuerza que no lo parecía.
Estaba yo en mi edad adolescente aún, y aquel fuego ardiente de esa eroticidad avasallante, era imperio en mis deseos constantes.
Comenzaban a desarrollarse en mis fantasías esas orientaciones que me encarrilaban a ser uno de esos varones que inclinan sus apetencias hacia los caminos de la Dominación Femenina y todos esos rollos no muy comunes digamos, y comenzar a vivir mi sexualidad en ámbitos donde tales cosas no sólo no son muy bien vistas que digamos, sino que además ni imaginadas por las inmensas mayorías son, así, debía yo enfrentar esa realidad que en mi masculina persona tan diferente al resto, comenzaba a vivir mi vida.
Todos mis compañeros estaban encarrilados en esa característica como obvia de ser varones de carácter dominante y agresivos ante las mujeres todas, y avalados por todo el entorno social que así eso acepta y hasta aplaude, debía yo con ellos alternar, sin poder ni siquiera ante ellos ni ante nadie, manifestar que lo mío, ni cerca caminaba por tales sendas.
Como único modo de saciar algo de mis deseos, solía yo llevar secretamente al papel, a modo de confesiones o cuentos o imaginarias historias o fantasías mil, creaciones donde yo o chicos imaginarios, vivían una y mil historias eróticas en las cuales a veces una o más mujeres, nos hacían centro de las más dominantes acciones en las cuales resultábamos por ellas ...
... follados o mamados o sometidos a humillaciones de todo tipo, debiendo siempre nosotros cumplir con ellas como sus más serviles esclavos, siendo de ellas por tal motivo, esclavos en realidad.
Eso, lo iba almacenando yo en un enorme cuaderno, el cual era por mí cuidado, como el más secreto tesoro.
Cierto día, comienza a trabajar en casa como muchacha de servicio, una hermosísima rubia gorda de piernas muy gruesas y tetas enormes, que muy tímida en apariencia y con cara de mosquita muerta, hacía su labor mirándome de una manera que evidenciaba su gusto por mi figura, disimulándolo siempre de manera tardía, o.… ex profesamente tardía.
Yo, fiel a ese mi principio de considerar a la Mujer como ser absolutamente superior a nosotros los hombres, desde el primer momento comencé a mostrarme ante ella, como su sirviente y hasta un ridículo ofrecido que hasta la hacía reír a veces con mis ofrecimientos de servirle en lo que ordenarme quisiera. Obviamente que eso yo hacía, cuando mis padres no estaban.
Cierta noche voy a escribir otra de mis historias eróticas en aquél mi súper-secreto cuaderno, y.… casi muero de la desesperación, cuando en el lugar donde siempre yo lo dejaba inmediatamente de terminar mis escritos, allí... ¡no estaba!
Como poseído por una desesperación enloquecedora, me pongo a buscarlo revolviendo cuánto lugar podía. Buscaba pues y buscaba, y del cuaderno: ¡nada! Esa noche... creo que barajé la idea de salir a tirarme al río, buscar un árbol para colgarme, o ...