1. Mi pareja, su hija y la empleada del hogar


    Fecha: 16/09/2023, Categorías: Hetero Autor: elzorro, Fuente: CuentoRelatos

    Ana, mi pareja, tiene 48 años (tres más que yo) y está estupenda. Corre dos veces por semana y hace gimnasia en casa. Tiene una hija de veinticuatro de una relación anterior. Nos conocimos hace dos años y desde entonces llevamos una vida en la que impera el respeto. Ana tiene amigas y algún amigo íntimo. Yo, por el contrario, soy un tipo bastante más solitario. Al principio, aquello no me pareció del todo bien y tuve un episodio de celos. Hablamos, intercambiamos puntos de vista y definimos la relación que mantendríamos. Para ambos era importante llegar a casa y tener a alguien en quién apoyarse. Sin preguntas.
    
    Compartíamos gustos literarios, disfrutábamos conversando y lo pasábamos bien en la cama. Sí, lo hacíamos con frecuencia y ella o yo, según la ocasión, tratábamos de innovar y probar nuevas cosas. Así, descubrí que no le disgustaba el sexo anal de vez en cuando y ella, por su parte, se mostró dispuesta a ejercer, también de vez en cuando, un papel de dominación. Me encantaba llegar a casa y confesarle algo que había hecho mal en el trabajo, o la última vez, por ejemplo, decirle que me había distraído mirándole los pechos a la secretaria de mi jefe. Ana, metida en su papel, me sermoneaba y luego me ordenaba tumbarme en su regazo, boca abajo, con el culo al aire. Mi pene, excitado, colándose entre sus muslos. Los azotes, las caricias, su voz, me ponían mucho y acabábamos "cogiendo" de manera salvaje, sin tabús, como animales irracionales.
    
    La semana pasada, el ...
    ... sábado, después de tres días con fiebre y voz ronca, mi pareja fue a la consulta. Volvió de la farmacia con un antibiótico inyectable y la correspondiente jeringa y aguja.
    
    - Venga, túmbate sobre el estómago en la cama. -dije.
    
    - ¿Ahora? -respondió tragando saliva.
    
    - Sí, ahora. -dije con firmeza.
    
    Las inyecciones le asustaban. Me contó que una vez, se escondió debajo de la cama cuando llegó el practicante y desde allí oyó como preparaban la inyección. Su madre, algo avergonzada, se disculpó con el galeno y enfadada, la agarró de una pierna y la arrastró fuera. Seguro que le cayó algún azote. El caso es que no podía hacer nada para zafarse de su destino, los pantalones del pijama y las braguitas abajo, el olor a alcohol y el pinchazo en el glúteo. Y luego, para aumentar la humillación, su madre, entre pastillas o supositorios, había optado por estos últimos, añadiendo más humillación a su difícil periodo de adolescencia.
    
    La inyección estaba lista, apreté el émbolo y unas gotas de líquido emanaron de la punta de la aguja. Ana, apretó el trasero instintivamente.
    
    - Relaja ese culete, que ya eres mayorcita. -dije.
    
    Y cuando menos se lo esperaba, puse la banderilla.
    
    - Pasado mañana viene Marta. -me dijo incorporándose y cubriendo su desnudez.
    
    - Ok. -Respondí.
    
    El lunes por la tarde, vino la empleada del hogar. Una vez por semana, por espacio de tres horas, Marija, una chica rubia de corta estatura, se encargaba de limpiar habitaciones o planchar.
    
    Yo me ...
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