1. Con una escort familiar


    Fecha: 13/10/2018, Categorías: Primera Vez Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    Hacerlo con una sexoservidora a quien ya conoces de “atrás tiempo” tiene sus ventajas.
    
    Ya te sabes sus pros y sus contras, sabes qué esperar y qué evitar. Además, si ella te tiene confianza, la relación puede ser más amena, pues mientras te la estás agasajando, o ya de plano la estás penetrando, puedes conversar con ella. Una plática así es de lo mejor, enriquece el sexo.
    
    Y por supuesto que a quien aquí llamaré Tamara vaya que desde hace tiempo la conozco.
    
    Aunque ya llevaba cuatro años que no la veía en estas condiciones. Y algo había cambiado, puedo señalar.
    
    Era notorio que su cuerpo se había seguido desarrollando desde la última vez que sexamos; claro, en ese tiempo ella sólo tenía 18, ahora ya estaba entrada en los veintes.
    
    Y no sé si fue por puro ejercicio, o si era cosa de alguna intervención artificial, pero lo cierto es que había embarnecido. En particular de la cintura para abajo. ¡Puta...!, lo que es del cabuz... ¡Carajo... ahora lo tenía pero si bien sabroso!!!
    
    (Díganme ustedes, si la vieran pasar, ¿a poco dejarían perder el momento de mirarle la cola?)
    
    Antes estaba bien, esa colita parada era ya todo un deleite de ver, pero ahora... ¡Uy... tremendo poto que se carga! Y es que es todo un “combo”. Unas nalgotas, unos muslos y unas caderas que... ¡pa’ su mecha! ¡Eso sí que es todo un pedorrón... rón, rón!!!
    
    No manches, la mera verdad cuando la volví a ver pensé: «Lo que es los pedos se le han de escuchar como sonoros cañonazos...» Digo, por ...
    ... semejante “caja de resonancia”. ¡Por tan tremendo culote que se carga!
    
    Si antes era ya un deleite de señorita, ahora esas nalgas y piernas le conferían el aire de toda una dama. Una que tenía ante mí (o, más específicamente, tenía las frondosas nalgas de toda una mujer en pleno delante de mi verga). Pese a la diferencia de talla, mi sexo reconoció su cola (incluso con la tela de su vestido y de mi ropa interior de por medio). Se fue poniendo firmes el muy cabrón. Ya quería ser desencapuchado, y yo no se lo iba a negar.
    
    Luego, a la indicación de: “Pues a darle”, por parte de ella, nuestro encuentro pasó inmediatamente a la cama. Esa actitud un tanto impositiva de parte de ella era nueva para mí. Yo deseaba seguir calentando frente al espejo un rato más, preguntándole sobre sus últimas aventuras, para ponerme al día a la vez que cachondo, sin embargo, lo dejé pasar. Pensé que, después de todo, Tamara ya no era la jovencita preparatoriana del pasado. Aquella con quien había cogido hace cuatro años:
    
    De hecho, esta vez, me sentí como estar con toda una edecán o modelo profesional. Tenía el físico, el porte, aunque también la actitud. Era evidente que todos estos años dedicados al oficio algo habían dejado en Tamara; de alguna forma le afectaron.
    
    Después de todo, “el oficio”, le había dado la posibilidad de salir al extranjero y, ahora que regresaba, supongo que venía un tanto enorgullecida. No se lo podía reprochar.
    
    Qué diferencia con la joven que vi al abrir la puerta ...
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