Ensoñaciones
Fecha: 14/10/2018,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
No era la primera vez que su marido Daniel le proponía algo así. Solían jugar de vez en cuando, cuando podían. Era lo que llamaban sus fiestas privadas. Pero ahora sentía cómo un nerviosismo creciente le recorría el cuerpo, las bragas de encaje negro que tanto le gustaban a él, se empezaban a humedecer por momentos debajo de la minifalda, sin embargo nada parecía ocurrir. Hacía ya varios minutos que Daniel se había marchado dejándola atada y con los ojos vendados, no podía oír nada, salvo la música chill-out que tanto les gustaba poner en estas ocasiones.
De pronto notó algo a su espalda, se giró sobre sí misma sin poder bajar los brazos, que suspendían del techo dejándola un tanto indefensa, pero no acertó a percibir nada distinto. La situación la excitaba tanto como la inquietaba. ¿Dónde se había metido este tío? ¿A qué estaba jugando esta vez?
Una mano acarició su rodilla izquierda, una mano anónima, grande, ruda. Primero se sobresaltó un poco, luego, a medida que la mano seguía jugando con su rodilla y sus muslos, y aquello parecía inevitable, se fue relajando. Las manos comenzaron a acariciar su culo por encima de la falda, eran unas manos gruesas, poderosas, pero no daban miedo. La verdad es que poco a poco la excitación inicial había ido creciendo. Fue entonces cuando un dedo pulgar se introdujo de golpe en su boca entreabierta, sabía a dulce, era un aroma conocido para ella, como de jabón de Yves Rocher. Comenzó a moverse dentro de su boca, jugando con sus ...
... dientes, su lengua y su paladar. El juego estaba bien, no le disgustaba, lanzó un pequeño mordisco que animó a esos dedos a introducirse más adentro, mientras unos labios le susurraban al oído, “eres un plato exquisito”, “hoy vas a tocar el cielo”. Esas manos eran otras manos, y esos labios eran otros labios.
Mientras, las manos gruesas del principio habían ganado terreno y exploraban debajo de la falda, de vez en cuando tocaban una vulva que parecía empezaba a querer algo más. Las manos cogieron la falda y de un fuerte tirón la bajaron hasta los tobillos, allí unas manos suaves, que jugaban con los dedos de su pie izquierdo, la apartaron, alejándola, sin que Carmen supiera hacia donde. Las manos rudas estaban decididas a buscar los tesoros más escondidos de Carmen y seguían tocando, ya sin pudor alguno, la vulva, los muslos, completamente humedecidos a medida que la lubricación se había hecho más que evidente, y el ano que se cerraba de golpe cada vez que un dedo se le acercaba. Las manos decidieron las bragas estaban sobrando y pidieron ayuda a otras manos para, entre las cuatro, dejar el sexo de Carmen al descubierto dispuesto a explorar nuevas sensaciones.
Una boca ansiosa se metió de lleno en sus labios, se comió su lengua, recorrió sus orejas, su cuello y su escote, buscando unos pechos que estaban enhiestos, con los pezones erguidos esperando a ser absorbidos por dos bocas que se entretenían en chupar, morder y volver a chupar. Carmen empezaba a perder la noción de ...