1. Los secretos de Rebeca (1)


    Fecha: 25/12/2023, Categorías: Sexo con Maduras Autor: dorianadrianlis, Fuente: CuentoRelatos

    Siempre me han gustado las mujeres mayores. Desde mi adolescencia, el atractivo de una mujer madura ha generado en mí esa serie de pensamientos y deseos que no únicamente me son irresistibles, también me han colmado de idilios gustosos.
    
    Uno de esos idilios, quizá el primero, fue con mi vecina Rebeca. De tez morena, curvas profundas, de cadera pronunciada, senos levemente asomados y de piernas que se pronunciaban como el calor de sus encantos, he de reconocer que lo que más me llamaba la atención eran el vientre y el pubis que se le marcaban, principalmente, en prendas ajustadas como los jeans o alguno que otro vestido: un triángulo dibujado con un ligero abultamiento debido a que fue madre en su adolescencia. Encuentros casuales en la tienda o en la calle motivaban saludos que en mí se transformaban en fantasías y en ella sólo eran atenciones educadas. Después le perdí la pista debido a que salí a estudiar la universidad a la capital pero no podía olvidarla en lo absoluto.
    
    Pasajeros romances en aquel tiempo apenas podían fingir parecerse a mis sueños con Rebeca. Las chicas de mi edad me representaban no tan deseables como las mujeres mayores y poco a poco fui desistiendo de aquellos placeres juveniles para centrarme, únicamente, en carnes con el clímax en su punto.
    
    Cuando regresé a la ciudad, después de uno que otro encuentro fugaz con mujeres no mayores de treinta que no me convencían del todo, la encontré en una plaza bebiendo café, pasaba los cuarenta años y se ...
    ... veía mucho mejor que en aquellos ayeres de martirio adolescente.
    
    El impulso me llevó hacia ella en automático y, al acercarme le llamé por su nombre, por espacio de unos segundos ella buscó en su memoria mi rostro pero al ver la tardanza le dije que era Dorian, su ex vecino, el que solía saludarla en la tienda o en la calle y ella me regaló esa sonrisa que me significó también un encuentro en su memoria.
    
    Le pregunté si esperaba a alguien y ella, dulcemente, me dijo que no pero no dejó de parecerle extraño. Sin más, le dije que podía invitarle otro café a lo que ella accedió no sin mostrarme también cierto nerviosismo. Éramos dos extraños conocidos y, tras saber que ella administraba el negocio de sus padres, que estaba divorciada y que por el momento no había mucho que abordar en temas pasionales le dije, sin detenerme a esperar otra casualidad, que siempre me había gustado, que durante el tiempo que estuve afuera de la ciudad no había dejado de pensar en ella y que me había prometido que, si la volvía encontrar, sí o sí, se lo iba a decir.
    
    Incomodidad y nerviosismo se apoderaron de su rostro, me agradeció el cumplido y, después de unos segundos de no saber cómo actuar, me dijo que tenía que irse y que agradecía de igual manera el café. Le dije que estaba bien y le pregunté si tenía Facebook a lo que ella, entre ese nerviosismo que clausura la razón, me dijo que sí, me dio su nombre de usuario, inmediatamente la busqué en mi teléfono, le envié la solicitud y ella, sin ...
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