1. Mi profesora me dobla en edad


    Fecha: 19/02/2024, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: elzorro, Fuente: CuentoRelatos

    —Hola, ¿qué haces por aquí? —dije saludando a mi profesora de Uni.
    
    Ana, constitución delgada, treinta y seis años y uno cincuenta y seis de estatura, llevaba puestos unos vaqueros ajustados que marcaban su culito redondo, deportivas y una camiseta de manga corta.
    
    —Voy al médico. —respondió.
    
    Los veinticuatro grados de temperatura y el sol animaban a pasear.
    
    —¿Te pasa algo? —dije tocándola el brazo.
    
    —No, nada, vo... voy a ponerme una inyección, eso es todo. —respondió la mujer ruborizándose levemente.
    
    —Te acompaño. —Respondí.
    
    Me llamo Juan, tengo 18 años y curso primero de programación. Llevo gafas de monturas negras y hago algo de deporte. Ana es mi profesora de programación y algo más. Nuestra relación empezó en las tutorías, a las que acudía cada martes para preguntarle dudas. Ella había notado como la miraba en clase. Un día me hizo la pregunta. "¿Oye, por qué vienes todos los martes a tutorías?". Yo respondí con sinceridad, y le confesé que me gustaban sus clases, que su voz era bonita y que estaba colado por ella. Esperé risas y rechazo, pero en su lugar recibí un beso en la boca. Después de aquel día salimos a cenar, pero nada más.
    
    Al llegar a la consulta me senté en una silla de plástico y ella hizo lo propio. Se la veía un poco nerviosa, así que cogí su mano entre las mías y la tranquilicé. Cuando le llamó la enfermera, me quedé con su bolso mientras ella entraba en la sala. Cinco minutos después salió.
    
    —¿Qué tal? —dije.
    
    —Inyección ...
    ... intramuscular. —respondió llevándose la mano a la nalga.
    
    —Vaya, eso debe doler. —dije imaginando por un instante una aguja clavada en su trasero.
    
    —Oye, tengo unas dudas. Se que mañana no es martes, pero a lo mejor podrías venir a casa y me explicas.
    
    —Vives con tus padres. ¿Verdad?
    
    —Sí... más o menos. —confirmé
    
    —Si quieres cenamos... no te preocupes, no les he dicho nada.
    
    Al día siguiente, después de clase, estaba nervioso. Mi madre, tenía unos años más que mi "chica" y mi padrastro, de casi cincuenta, era un tipo impredecible. En el pasado, aquel tipo que, eso sí, adoraba a mi madre, no había dudado en aplicar disciplina. Todavía recordaba sus palabras, "mientras vivas aquí seguirás las normas o tendrás que atenerte a las consecuencias." Normalmente la que aplicaba disciplina era mi madre, todavía recuerdo la temible zapatilla. Pero un día mi padrastro me había dado un buen cachete dejando mi mejilla encendida.
    
    A las seis de la tarde, Ana y yo llegamos a mi casa. Mi madre nos recibió e hice las presentaciones.
    
    -¿Y Jorge? —pregunté nombrando a mi padrastro aunque sabía que hoy no estaba.
    
    —Debe estar al caer. —contestó mi madre.
    
    Ante mi cara de sorpresa añadió.
    
    —Tiene que hablar contigo, está enfadado por algo.
    
    Fuimos a la cocina y mi acompañante ayudó a colocar la mesa mientras hablaba con la anfitriona.
    
    —Cenamos y luego vemos las dudas. —añadió Ana.
    
    El timbre sonó en ese momento y mi padrastro entró en casa, besó a mi madre y comentó.
    
    —Y ...
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