1. El reencuentro tórrido con Agica


    Fecha: 18/10/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... esta vez fue su lengua la que atravesó mi boca. Inspiró profundamente con la nariz mientras nuestros labios continuaban unidos. Sus dientes no dejaban que mi lengua accediese a su boca. Era la suya la única que tenía libertad de paso.
    
    Su saliva quemó mis heridas. Sus manos empuñando mi pelo guiaban mi cabeza hacia donde ella quería, repartiendo lengüetazos por toda mi cara.
    
    Cuando posé mis manos sobre su cintura, me clavó las uñas en la cabeza, advirtiéndome que las tuviese quietas. No bromeaba. Me hacía daño y gemí dolorido.
    
    Me miró a los ojos a la vez que sus manos descendían por mi cuello hacia el nudo de la corbata. Empuñó el nudo a la vez que tiraba de un extremo. Lamió mi mentón y mordió la piel. Apretó el nudo.
    
    Por cierto, ¿cómo te enteraste de que habían muerto, Daniel? ¿Cómo supiste cuando era el funeral?
    
    Esperó mi respuesta unos segundos. Al no obtener contestación, apretó aún más el nudo. Sentí como mi respiración se volvía ruidosa. Intenté tragar saliva pero la nuez no tenía recorrido. Sandra percibió mi angustia y sonrió. Achinó los ojos y se relamió.
    
    Dímelo o te mato ahora mismo, cabrón de mierda. Juro que soy capaz. Ya te perdí una vez. No me importa perderte de nuevo.
    
    Ma... Mateo —conseguí articular—. Fue Mateo.
    
    Sus ojos se abrieron de par en par. Soltó la corbata y se refugió en su asiento, encogiéndose. Se abrazó las rodillas.
    
    ¿Mateo?
    
    Intenté aflojar el nudo. Mis dedos se movían como culebras alocadas alrededor del cuello. No ...
    ... atinaba. Me faltaba el aliento. La cabeza empezaba a darme vueltas. La corbata me ahorcaba y notaba toda la piel de mi cara ardiendo. Sandra también se asustó porque se abalanzó sobre mi.
    
    Quita, joder. Quita esas manos, por Dios.
    
    Entre los dos pudimos aflojarla. Tomé aire en una larga inspiración que pensé que nunca acabaría. Tosí y me apoyé en la ventanilla.
    
    Estás loca, Sandra. Loca de remate.
    
    ¿Qué has dicho de Mateo?
    
    Fue él quien me encontró —dije mientras me frotaba el cuello. A través del espejo retrovisor pude constatar el visible cardenal que empezaba a crearse donde estaba mi corbata—. Trabajo en una empresa de suministros farmacéuticos en Suiza. Fue inevitable que mis apellidos aparecieran en algún informe que tuvo a mano. Entre tantos apellidos extranjeros, un Solano Vázquez no pasa desapercibido.
    
    ¿Cuándo fue eso?
    
    Eso a ti no te importa.
    
    Aún notaba una presión en el cuello que me dolía al tragar. Me quité la corbata y me desabotoné los primeros botones. El aire me ardía por dentro al respirar. Sandra miró el inicio de mi pecho desnudo con interés. Sin recato alguno.
    
    Tienes vello en el pecho.
    
    No comprendí a qué se refería.
    
    Sus manos se acercaron a mí. Despacio, temblorosas. Me retrepé en el asiento, huyendo de ella. Siseó calmándome.
    
    Shhhh. Quieto, Daniel. No voy a hacerte daño.
    
    Me cuesta creerlo.
    
    Compuso una media sonrisa, admitiendo la gracia. Sus dedos desabotonaron el resto de botones de mi camisa y abrió la prenda como si ...
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