1. El reencuentro tórrido con Agica


    Fecha: 18/10/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... que he amado de verdad ¿Cómo no lo puedes entender?
    
    Comprendí entonces el motivo de su rechazo. Me sentí un estúpido. Eso me había llamado y eso era. No lo había pensado ¿Por qué habría de ofrecerme su cuerpo tras tantos años de ausencia? Porque Sandra jamás dejó de quererme. Su amor por mi nunca murió. Quizá una parte mutase hacia el resentimiento. Pero la otra se mantenía viva. Tan viva y fuerte como la noche en la que nos acostamos juntos. En la que consumamos, aunque no lo supe hasta hace un rato, un amor que creció durante nuestra adolescencia.
    
    Pero todo eso era obvio ahora. Lo que tenía que preguntarme, lo que realmente importaba, era qué lugar ocupaba mi hermana en mis sentimientos. Hoy. Ahora. En este momento.
    
    Su mirada reclamaba una respuesta inmediata. O una disculpa.
    
    Sandra seguía siendo una mujer guapa. Elegante. Tenía una media melena oscura, casi negra, que le ocultaba casi todo el cuello. Sus mandíbulas se habían endurecido con el tiempo, dotando a su perfil de la fortaleza de la edad. Sin embargo, su nariz fina, sus labios gruesos, su boca ancha, sus ojos grandes y brillantes, sus cejas finas... el resto de su cara seguía siendo tal y como la recordaba años atrás. Su cuerpo había aumentado de tamaño, pero era un aumento bien repartido que la dotaba de serenidad y acentuaba su feminidad. Mi hermana, en suma, era más guapa que antes.
    
    Pero antes no era así. Sandra era, diez años atrás, una muchacha de aspecto frágil, delicado. Jamás levantaba la ...
    ... voz y sus miradas eran tan profundas que difícilmente podías ignorarlas. Más de una vez adivinó qué pensaba. Pero también yo adivinaba qué pensaba ella. Quizá fuese porque nos conocíamos demasiado bien. La gustaba bailar y jugar al parchís. Cuando podía, hacía trampas y movía sus fichas pensando que no me daba cuenta. Pero se reía ella sola. No podía evitar reírse cuando quería engañarme. La primera vez que nos besamos ocurrió una tarde de verano. Yo la llevo dos años; yo entonces tenía diecisiete.
    
    Papá y mamá acudieron al entierro de un amigo (irónico destino). Yo tenía la excusa de los inminentes exámenes de recuperación de septiembre y Sandra la de que no tenía un vestido negro. Siempre le ha gustado vestir con colores alegres, luminosos.
    
    ¿No estudias? —preguntó cuando salió de su cuarto y me encontró sentado en el sofá y viendo la televisión.
    
    ¿Para qué? No he dado un palo al agua en todo el verano. Es tontería matarse ahora a empollar algo de lo que no tengo ni zorra.
    
    ¿De ninguna de las tres?
    
    Se refería a las tres asignaturas que había suspendido.
    
    No, de ninguna —me incomodaba hablar de ello con Sandra. Ella era la estudiosa. Yo el zoquete. Pero no me gustaba admitirlo.
    
    Papá y mamá se van a enfadar.
    
    Lo mismo me da ya, Sandra. Anda, déjame en paz.
    
    Venga, va. Si apruebas una puedes pasar al siguiente curso.
    
    Que no, Sandra. Déjalo.
    
    Yo te ayudo.
    
    Que no quiero. Deja de darme la coña, Sandra.
    
    Se sentó a mi lado y me aparté. Quería estar ...
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