Vuelo nocturno
Fecha: 24/05/2024,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
... se empequeñecen hasta que poco a poco se convierten en pequeños puntos luminosos. Me coloco los cascos para evadirme del revuelo que está armando el mocoso, así como del bullicio de esos primeros compases, y poco después, la música relajante me ayuda a conciliar el sueño, pese al alboroto existente.
Al cabo de una hora abro los ojos y compruebo que ya es noche cerrada y que la calma se ha adueñado del lugar. El ambiente está en penumbra, iluminado tan sólo por la luz mortecina de los pilotos. Parece que ha dejado de reinar el caos y es el silencio el que toma el relevo, roto únicamente por el amortiguado ruido de los motores y determinadas respiraciones de algún que otro pasajero.
Vuelvo la vista a mi derecha y me doy cuenta de que un hombre de unos sesenta años me mira, asiente y me sonríe. Yo le devuelvo el saludo escoltado por una afable sonrisa. Su mujer duerme plácidamente al otro lado con la boca abierta con el consiguiente peligro de que una intrépida mosca se aventure al interior. Después me doy la vuelta, enciendo mi e-book y retomo el capítulo donde lo dejé la última vez.
Hago un inciso en la lectura y caigo en la cuenta de que mañana cumplo cincuenta y con toda seguridad, seguro que en casa ya tengo una fiesta preparada para la ocasión, tanto por parte de mi marido, como por la de mi hija. Con el ajetreo de la feria, no he tenido mucho tiempo de echarlos de menos. Es ahora cuando tengo ganas de abrazarlos, sobre todo a mi esposo y estoy deseando celebrarlo ...
... por todo lo alto. Un poco de jazz para amenizar la velada, una copa de vino para enardecer el ánimo y unas velas para que nos envuelvan en esa atmosfera romántica que tanto echo de menos. Es lo que pulula por mi cabeza cuando algo me lleva a voltearla y contemplo a mi vecino observándome con descaro, sin apartar su mirada y sin dejar de sonreírme, y eso me causa cierta incomodidad, pero no hago demasiado caso, lo ignoro y retomo la lectura sin acordarme de lo que había leído con anterioridad a causa del acoso visual al que sigue sometiéndome ese individuo. Me volteo de nuevo, movida por la indignación, pero también por la curiosidad, y advierto como se está sobando la entrepierna a través del pantalón, al mismo tiempo que su observación ha pasado de indiscreta a ser lasciva, y tengo que apartarle de nuevo la mirada, abrumada por la perturbadora situación. Decido no montar en cólera, ni otorgarle excesiva importancia al suceso, e intento centrarme en lo mío, aunque me resulta difícil, pensando que seguramente el degenerado seguirá con sus tocamientos.
Es un tipo de lo más normal, de pelo canoso y unas pronunciadas entradas con las que pronto tendrá que hacer malabares para tapar la coronilla. Lleva pantalones de pinzas de lo más clásicos y una camisa en tonos grises. No es ni alto ni bajo, ni guapo ni feo. Es un tipo de aspecto bastante ordinario, diría que con poco gusto y escaso refinamiento. Luce una ligera panza, propia de su edad, y su mujer, ajena a la conducta de su ...