Mi gitana guapa
Fecha: 03/08/2017,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
La joven gitana se acercó, a pocos centímetros de mí. Creo que me había visto pasar por allí antes; yo a ella, cómo no, y digo «cómo no» porque era una gitana verdaderamente muy guapa de cara y tenía una figura llamativa, eso, yo a ella sí la había visto, antes. Llevaba puesta una camiseta blanca de tiras que resaltaba el nacimiento de sus pechos morenos, unas mini enaguas beige y unas chanclas playeras sobre unos calcetines negros casi hasta las rodillas; su cabello azabache reflejaba la luz de una farola. «¿Me das fuego?», preguntó, mostrando un cigarrillo sujeto entre dos de sus finos dedos; «Sí», contesté, apresurándome a sacar un encendedor del bolsillo para dárselo. Durante pocos segundos pude figurármela desnuda junto a mí, en mi cama de ochenta centímetros de ancho, los dos apretujados y desnudos; ella besando suavemente mis labios mientras abrazaba mi cuerpo, yo acariciando su suave piel; ella acercando sus tetas a mis labios para poder sentir mi aliento sobre sus aureolas oscuras, para poder deleitarse con mis mordiscos y lengüetazos sobre su carne; ella, ya, suspirando porque yo la poseyera; y yo, encaramándome encima para hacerla mía. «Oye», interrumpió la gitana mi hilo de pensamientos, soplando el humo del tabaco por la comisura izquierda de sus labios, «¿te hace un quiqui?» Quedé petrificado en el acto; dicen que las gitanas adivinan los pensamientos: esta los había clavado. «¿Dónde?», pregunté ilusionado; «¡Pues dónde puede ser, aquí, en la calle!» Dicho ...
... esto, arrojó el cigarrillo consumido casi por la mitad a la acera, se pegó a mí y me empujó hacia el lateral de un coche que había allí aparcado.
Era de noche y no pasaba nadie por la estrecha calle de aquel barrio marginal. La gitana me desabrochó los botones de la portañuela de mi pantalón y sacó mi polla empalmada, que masajeó desde su base hasta la punta; luego se subió la tela de las mini enaguas: iba sin bragas y su chocho oscuro me pareció un misterio; abrió sus muslos redondos, dobló la rodilla derecha para apontocarse con la punta de su chancla en la manivela de la portezuela del coche, apretó mi culo con sus manos, atrayéndome hacia ella y mi polla fue engullida de pronto, yendo a parar a una calentura que jamás había imaginado. Yo apoyé mis manos sobre el coche, por detrás, para tomar mejor impulso y comencé a mover mis caderas adelante y atrás; ella me abrazó, puso su cabeza sobre uno de mis hombros y gimió dulcemente. Yo notaba la presión de sus tetas sobre mi torso, muy mullidas, y me excitaba aún más.
Entre los dos rugía un volcán a punto de estallar. «No te corras dentro, espera», murmuró la gitana muy cerca de mi oído, «estoy fértil y no quiero quedarme, espera, no te corras»; «No, no», dije despacio; y seguimos follando. «Dime tu nombre», le pedí en mitad de la agitación de mi respiración; «Saray», me respondió bajito; «Saray, serás mi esposa», prometí dando un postrer empujón que llenó de semen su vagina y la hizo gritar.
Ahora somos marido y mujer, ¡y ...