1. Haciendo las paces con la ciudad


    Fecha: 07/08/2024, Categorías: Transexuales Autor: dlacarne, Fuente: CuentoRelatos

    ... despertó mi atención en este viaje. Alto, guapo, con aspecto desenfadado y vestido de negro, no parecía un simple troglodita como los que se me habían acercado hasta el momento.
    
    Hice lo posible por volver a ese bar cada noche de mis vacaciones, con la intención de hablar con él. Siempre había alguna chica que le tonteaba, cosa que no me extrañaba, y tuve que aguantar muchas horas al triste camello desesperado por tocar una teta grande y a otros tantos buitres que ni se imaginaban ni hubiesen tolerado lo que tenía entre las piernas. Hasta que un día hicimos contacto.
    
    Reconozco que no tengo conjunto recatado, pero esa noche iba especialmente potente. Un top salmón de encaje, que parecía más un sujetador y una minifalda vaquera que me llegaba poco más que a la ingle, no más. Mi descartado pretendiente me invitó a la cerveza que tenía por costumbre y, mientras el apuesto camarero nos servía, apareció un cliente de mi acompañante, digamos, poco satisfecho. El tipo entró derecho hacia el camello y comenzó a recriminarle sobre algún asunto turbio de venta de droga. El camello trató de calmarlo, me dijo que esperara un momento y consiguió salir con el tipo para discutirlo en otro lugar. Cuando el camarero nos sirvió las cervezas, estaba yo sola y se me hizo la sonrisa.
    
    -¿Se las apunto? -me preguntó, por la costumbre.
    
    -No, pagaré yo -me dio pena Pablito Escobar y pensé que me tocaba a mí ya.
    
    Cuando pagué me aseguré de inclinarme lo suficiente para que se me viera bien ...
    ... el escote. Trataba de evitar mirarme, pero podía ver como sus pupilas se movían inquietas. Me dio las gracias, metió el dinero en la caja y, al girarse de nuevo, allí seguía yo manteniéndole la mirada. Se puso un poco nervioso, pero se rio y se vio obligado a darme algo de conversación.
    
    -¿Todo bien con...? -señaló el asiento de mi acompañante.
    
    -Sí, supongo. No sé, sus historias raras.
    
    -Ya, me puedo imaginar.
    
    Nos reímos los dos, sabiendo de qué hablábamos pero sin decirlo. Siguió un silencio, estaba costando arrancar, así que mantuve la mirada en él, forzándolo una vez más a que se quedara allí. Tenía las piernas cruzadas, exponiendo uno de mis muslos casi hasta el culo, y los brazos bien juntitos al cuerpo, apretando mis tetas. Cada vez podía disimular menos que se le iban los ojos.
    
    Se veía cortado, tenía que ser yo la que siguiera. Estaba a punto de decirle algo, cuando uno de los pocos clientes lo llamó para que le sirviera. Huyó de la tensión y no tardó un segundo en acudir a la llamada, dejándome con la palabra en la boca.
    
    La noche corría y mi camello no volvía. El camarero se movía entre dos aguas, evitando pararse cerca mía, pero sin perder la oportunidad de lanzar una mirada o decirme alguna broma cuando pasaba a toda prisa por mi lado. El bar se estaba vaciando (más aún), mi cerveza se estaba gastando y la del camello estaba intacta.
    
    -¿Cuánto queda para que cierres? -le pregunté.
    
    -Unos veinte minutos.
    
    -No sé si este aparecerá, creo que su ...
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