Mi odiosa madrastra, capítulo 11 + epílogo
Fecha: 25/11/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... Nunca te lo había dicho ¿no? —comenté.
— No. Pero no necesito que me lo digas —respondió ella.
— Una respuesta típica de vos —dije. Me subí a la cama, también desnudo, le di una nalgada y la abracé por detrás.
— Si me vas a coger de nuevo, más vale que te pongas un preservativo, sino, me voy a mi cuarto —dijo.
— Cuál es el apuro —comenté, acariciando su piel, recorriendo su brazo con las yemas de mis dedos.
No dijimos nada durante un tiempo. Sólo se escuchaba nuestra respiración, y muy a lo lejos algunos ruidos típicos de la ciudad. Acaricié su cadera. La curva que hacía su cuerpo en esa zona era increíblemente pronunciada. Mi mano pareció estar recorriendo una montaña rusa. Corrí su pelo a un costado, y le di un beso en el hombro. Apoyé mi mano en su nalga. Esta vez la froté con delicadeza, con ternura, haciendo movimientos circulares en ella. Había hecho con mi madrastra todo lo que cualquier hombre heterosexual que la conozca sueña con hacerle. Suponía que se había acostado con muchos hombres, pero sabía que eran muchísimos más lo que la deseaban y jamás le tocarían un pelo. Yo ahora estaba en la primera lista, y sin embargo, la inminente separación me sumía en la melancolía.
Acaricié su cabello, y como consecuencia le hice masajes a su cabeza.
— Eso me gusta —murmuró.
— Entonces por eso me lo hacías a mí —dije yo—. Porque querías que yo te haga lo mismo.
Ella resopló por la nariz.
— A veces sonás como un niño. Quién diría que acabás de ...
... hacer lo que hiciste —comentó ella.
— Y no tenés idea de las cosas que te haría, y que todavía no hicimos —dije, alardeando, mientras llevaba mi mano a sus turgentes senos.
— Después del sexo anal no hay muchas cosas por explorar. Todo termina siendo meter tu pirulín en todas mis hendiduras. Lo que hace la diferencia es la manera en la que se hace el amor, la piel que haya entre nosotros, la química…
— Pero si entre nosotros hay mucha química —dije, liberando su teta para deslizar la mano lentamente por su abdomen, hasta llegar a su entrepierna. Metí el dedo en su sexo—. Mirá vos quién todavía se quedó con las ganas de acabar —dije, sintiendo el abundante flujo vaginal que había largado.
— Me gusta por el culo, pero nunca acabo al hacerlo por ahí —dijo, sin tapujos.
— Pues vamos a hacer algo al respecto —dije yo, sintiendo cómo mi verga ya se ponía tiesa de nuevo.
Di media vuelta. Abrí el cajón de la mesa de luz y saqué un preservativo. Rompí el paquete con los dientes.
— ¿Ya no me odiás? —me preguntó ella inesperadamente.
— Realmente nunca te odié —dije con sinceridad—. Quizás al principio creí que te odiaba, pero sólo era desconfianza. La desconfianza que se tiene a lo desconocido. La verdad es que te quiero, y no tenés idea de lo mucho que te voy a extrañar.
— Yo también te voy a extrañar mucho —aseguró ella.
Sin embargo, ninguno de los dos mencionó la posibilidad de que siguiera viviendo conmigo. Estaba claro que después de lo que había pasado ...