Mi odiosa madrastra, capítulo 11 + epílogo
Fecha: 25/11/2024,
Categorías:
Hetero
Autor: dickson33, Fuente: RelatosEróticos
... pude volver a emular lo que había hecho aquella vez en la ducha. Ahora, cuando estábamos a solas, me resultaba imposible negarme a montarme a esa alucinante yegua.
Como había dicho la propia Nadia, llega un punto en el que coger se reduce a meter la verga aquí o allá, pero, a pesar de que no estuve con muchas mujeres —de hecho, apenas me cogí a un par de compañeras de la universidad en estos dos años—, estar con ella era algo de otro nivel. Algo que iba más allá de lo físico.
De a poco, los encuentros con ella se fueron haciendo menos espaciados. Tal es así que hay semanas en las que nos vemos varios días. A veces incluso se queda a dormir. Yo dejé mis pretensiones y exigencias, y me conformé con lo que me daba, y fue gracias a esto que Nadia se sintió lo suficientemente cómoda como para permitirme —y permitirse—, disfrutar de estar juntos el mayor tiempo posible.
—No hay nadie más —me susurró una noche en la que se había quedado a dormir en el departamento—. No hay nadie más —repitió.
Yo fingí que me había quedado dormido. Pero creo que no pude disimular la sonrisa que me produjo esas dulces palabras. Fue ahí que empecé a fantasear con tener un futuro con Nadia: volver a vivir juntos. Hacer el amor hasta que los vecinos golpearan el piso para avisarnos que estábamos haciendo mucho ruido. Entrar en cada rincón de quien fuera mi madrastra, y acabar en cada uno de los espacios de la casa.
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Y así termina esta historia, con el final ...
... abierto, porque creo que es demasiado pronto para afirmar que viviremos felices para siempre…
—Qué tanto es lo que estás escribiendo —escucho que me dicen desde el living.
Nadia sale a la terraza. Yo estoy sentado, mirando la ciudad, con la notebook sobre una pequeña mesa, tratando de pensar en cuál es la mejor manera de terminar con esta novela.
—Nada… Es sólo una historia postapocalíptica, nada que te vaya a interesar —le respondo.
Está vestida con una calza corta que, por supuesto, se adhiere a su cuerpo como si fuera un guante. Arriba, un top lila. Me había olvidado de que esa era su prenda favorita. Hace poco se anotó en un gimnasio que queda cerca, así que aprovechó para pasar a visitarme. Le di las llaves para que luego volviera. Está transpirada. Una verdadera puerca mi madrastra.
—Y de qué trata —quiso saber.
—De un adolescente de diecinueve años que, inesperadamente, se encuentra en medio de una pandemia que convierte en zombis a medio mundo. Y por esas cosas de la vida, se ve obligado a convivir con su detestable madrastra —le respondo.
—¿Y por qué es detestable?
—Porque se cree la dueña de la casa. Deja sus tangas mojadas en el baño, es torpe, y se la pasa provocando al pobre chico.
—Me suena a que el chico es muy dramático —responde ella, y luego agrega—. ¿Hace falta que estés escribiendo mientras hablamos?
—Es que justamente estoy escribiendo lo que estamos hablando… y lo que estamos haciendo —explico.
—Pero no estamos haciendo nada ...