1. La señora Ysabela y yo (4)


    Fecha: 29/10/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Los días siguieron uno tras otro y cada vez era mayor la compenetración entre nosotros, el descubrir cada vez algo nuevo y disfrutarlo al máximo.
    
    Como siempre volví a su casa y ella ya me esperaba en su cama completamente desnuda.
    
    - Hola, mi niño.- susurró irresistible.
    
    - Vaya, Ysa, que buen recibimiento me das.- dije sonriendo.
    
    Me desnudé con premura ante el deseo que me invadía. Y me acosté a su lado.
    
    - Bueno, mi pequeño.- dijo. Hoy me vas a hacer el "beso negro".
    
    - ¿Y eso?- pregunté inocente y despistado.
    
    - Pues, consiste en que me pases tu lengüita por mi ano.- dijo seductora.
    
    - ¡Wouwww!- dije admirado. Con que de eso se trata.
    
    - Así es.- dijo mientras se colocaba en cuatro patas.
    
    Ante mí se mostraba su trasero que se movía goloso ofreciéndome el ano. Acerqué un dedo y me puse a jugar travieso introduciéndolo poco a poco, ante los gemidos de placer de la señora Ysabela.
    
    - Ya hazlo, por favor.- gimió caliente.
    
    Con mis manos abría cuanto podía sus nalgas y mi lengua empezaba a disfrutar de esa nueva sensación, de ese nuevo sabor que tanto me gustaba. Yo no podía creer que eso fuera posible pero así era, mi deseo era incontenible.
    
    - ¡Sí, papito lindooooo!- gimió Ysa. Disfrútame.
    
    Mis esfuerzos aumentaron ante el aliento que me daba ella de continuar mi labor. Como un taladro mi lengua perforaba el ano dilatado de la señora Ysabela, que se estremecía con la invasión que sufría o mejor dicho gozaba.
    
    Después de un rato, y con unas ...
    ... ganas enormes, dirigí mi verga hacía su ano y me introduje casi por completo.
    
    - Ayyyyy, mi niño.- gritó. ¡Qué bárbaro!
    
    - Lo siento Ysa, pero no podía esperar tanto.- dije embistiendo.
    
    - Sigue, papito rico.- gimió con el cabello que le cubría el rostro.
    
    Yo continué con mis arremetidas mientras ella gritaba presa del dolor; caliente la cubrí por completo como lo hacen los perros, mi mejilla se frotaba contra la suya y nuestros gemidos se mezclaban en uno solo.
    
    - Uhmmm, sigue mi niño lindo, no te detengas.- gimió arqueando su cuerpo.
    
    La cogida que le daba a mi vecina era violenta y sin contemplaciones. El tiempo parecía eterno cuando me encontraba disfrutando y eso era un sentimiento mutuo.
    
    Todo mi peso cayó sobre ella y su cuerpo cedió ante el mío. La señora Ysabela seguía abrazada a la almohada y con mi brazo la asía por el cuello, esto sin menoscabo del duro castigo al cual sometía a su ano.
    
    - ¡¡¡Ayyyyy, me destrozasssssss!!!- gritó al borde de la locura.
    
    - ¡¡¡Tienes un ano tan sabroso!!!- grité azotándola inmisericorde.
    
    - ¡¡¡Ayyyyy, termina por favor, termina!!!- volvió a gritar tratando de safarze de la unión.
    
    - Aún no Ysa, todavía no.- respondí como poseido.
    
    Seguí violentando, feroz, a la señora Ysabela mientras ella se retorcía presa del dolor y placer. Después de un largo trajín, el orgasmo hacía presa de mi cuerpo y una vez más, el ano de mi vecina se encontraba inundado de mi explosión testicular.
    
    Nuestros cuerpos se fueron relajando ...
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