1. Cosplay: la convención


    Fecha: 03/10/2023, Categorías: Confesiones Tus Relatos Autor: Sandra Dinz, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X


    Me miré en el espejo por cuarta vez. Este conjunto, una especie de propuesta femenina y sexy de Spiderman, me quedaba de miedo. Sabía que en el momento en el que llegara a la convención, sería aplaudida por todos los presentes, pero tenía que atravesar casi media ciudad hasta estar allí. ¿Y si me encontraba con alguien del trabajo? ¿Y sí el viento me levantaba la minúscula falda del traje y deleitaba a toda la ciudad con mis nalgas desnudas? Pensé en ponerme un culote o algo que me tapara un poco más, pero este conjuntazo solo se podía llevar con un buen tanga, como el que había elegido.
    
    Finalmente, salí de casa. Efectivamente el viento hizo de las suyas y mi tanga rojo fue la sensación en varias calles. En el metro, continué dando espectáculo. Creo que no hubo hombre o mujer que no me mirara las tetas que marcaba la lycra de la parte de arriba de mi traje. Sin embargo, todo cambió cuando me encontré con Laura. Escuché que alguien gritaba “Sandra” detrás de mí y, aunque traté de no girarme, hubo un momento en que no podía seguir ignorando que mi compañera del curro gritaba mi nombre.
    
    En un principio, pensé que haría ...
    ... algún comentario despectivo, pero nada más lejos de la realidad. Habló conmigo con total normalidad y, cuando me preguntó la razón de mi estilismo, decidió venir conmigo a la convención. Todo allí fue un éxito: las mallas de los participantes que iban de superhéroes dejaban bien claras sus erecciones al verme, me dieron el premio de la década por cómo iba vestida y conocí a Marc, un muchacho mazado, que se pasó toda la velada dándome conversación y con el que acabé yéndome a una discoteca. 
    
    Con el traje y el pelo pringado casi por completo por el semen de Marc salí del baño del local. Acabó la mamada en mi boca, pero cuando se la sacó por lo visto todavía le quedaba más, cayendo el resto sobre mi preciosa melena. Nada de aquello me importó, me sentía feliz.
    
    A día de hoy, el trabajo sigue siendo estable, solo que ahora tengo filas de clientes para que les atienda. Con mi magnífico autoestima, mi culito embutido en unas mallas cada día más ajustadas y la goma del tanga asomando ligeramente, me pillo la mayor parte de las ventas, con las comisiones que eso supone. Algunas me llamarán zorra; yo, simplemente, me llamo “libre”. 
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