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Aquella primera noche
Fecha: 28/12/2018, Categorías: Confesiones Autor: cuentistaparato, Fuente: CuentoRelatos
Llevaba tiempo ya con las ganas y esto se le estaba convirtiendo en algo que no lo dejaba en paz. Con veintiún años largos y no haber estado con una mujer mientras sus amigos hablaban de sus placenteras aventuras con sus novias y con otras mujeres en los sitios que frecuentaban desde antes de cumplir la mayoría de edad. Pero él era demasiado tímido y no lograba nada con las momentáneas amigas. Ya cansado de verlas en imágenes y desearlas de día y de noche en revistas y en películas quería vivir esa sensación de tener a una de ellas al menos un rato y tomó la decisión de buscarla donde fuera. Así que reunió unos pesos, escogió una tarde de lunes y se fue al centro de la ciudad asaltado a cada paso por cierta angustia que no le permitía sentirse tranquilo. No llegó a imaginarse lo que iba a ser desde entonces aquella noche en su vida. Antes de golpear en la puerta volvió a dudar unos segundos. Le abrió un muchacho muy joven para estar en este lugar, alcanzó a pensar. Lo guio por un pasillo hasta una pequeña sala con mesas y asientos viejos. Pidió un trago y le llamaron una mujer. Le recordó que aún no estaban todas las muchachas pero que llegarían en una hora si deseaba esperar, dijo que no importaba. Cuando la vio acercarse le pareció que estaba bien. No era ni joven ni vieja, parecía de una edad indefinible. Tampoco podía evitar cierto temblor en las manos y en las piernas pero disimulaba, solo la voz salió firme cuando le preguntó por la noche mientras se bebió el ...
... primer trago con afán, luego pidió otro y un tercero. Para entonces ya se sintió más tranquilo y percibió más de cerca a la mujer, que le sonreía mostrando su coquetería con una buena dosis de burla. Le dio el dinero y la espero un rato en el cuarto. Ella cerró con seguro el tabique de madera y le indicó la cama mientras de pie, en un rincón se iba quitando la chaqueta, la blusa, la falda… todo con naturalidad y él la miraba tembloroso empezando a quitarse cada prenda con torpeza y no sabía si salir huyendo con la ropa en la mano, quedarse o pedir un vaso de agua. Ella le repetía tranquilo con cierto afecto maternal y poco a poco empezó a calmarse. La vio quitarse las medias grises y dejarlas sobre una mesita que le parecieron -y siempre lo recordaría- como un montón de humo. Tenía una especie de blusa pequeña y unos calzones blancos bordeados de encajes. El apenas estaba en un interior algo raído que por el gesto de la mujer dio a entender que no le gustaba en lo más mínimo. No podía evitar esa sensación angustiosa y a la vez placentera de ver desaparecer cada prenda con cierta lentitud. Sentado en el borde de la cama la alcanzó a escuchar cuando le dijo quíteselo y al deslizarlo y quedar desnudo empezó a sentir un tibio placer que le recorría la piel. No recordaría como la mujer se le acercó aun con el calzón puesto y la empezó tocar y acarició por primera vez aquellas nalgas blandas y frías, olio sus pechos pequeños como limones y antes de tenerla desnuda le dijo con voz ...