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Un Encuentro Ardiente
Fecha: 04/06/2025, Categorías: Sexo con Maduras Tus Relatos Autor: Mart90, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
Hola! Soy Martín, un lobo de 25 años que aún vive bajo el techo de sus padres. Hace unos meses, la vida me regaló un giro inesperado: una licencia médica forzada por esos caprichos de la salud. Días y noches en casa, con la orden de reposo absoluto, mientras el mundo giraba fuera. Pero mi mundo no estaba tan quieto. En nuestra casa, la chispa la pone ella: nuestra sirvienta. Una diosa morena, con una cabellera corta que le da un aire de misterio, un trasero que desafía la gravedad y unos senos pequeños que apenas insinuaban su poder. Ese día, la casa quedó en silencio cuando mis padres se fueron a trabajar. Solo ella y yo, la tensión palpable, el aire cargado de algo más que simple quietud. Las horas pasaron con una lentitud exasperante, cada segundo un martirio. Me refugié en mi habitación, intentando calmar la tormenta que crecía en mi interior. De repente, la vi. Entró al baño, y al salir, la imagen de su cuerpo enfundado en esos pantalones de gimnasio que siempre usaba para trabajar, encendió una llama que ya no pude apagar. Me consumía el deseo, un fuego que me quemaba desde ...
... adentro. La indecisión me carcomía: ¿la llamaba? ¿Me atrevería? La ducha fría no sirvió de nada; solo avivó las brasas. Me quité los pantalones cortos que llevaba, esos que apenas cubrían mi verdad y se los entregué. Con la voz ronca por la ansiedad, le dije que fuera a mi habitación. ¡Dios, la espera fue una eternidad! Mi corazón martilleaba como un tambor desbocado. ¿Vendría? ¿Se atrevería a cruzar ese umbral? Entonces, un toque suave, apenas un susurro, en la puerta. Abrí, y ahí estaba, mis deseos expuestos ante sus ojos asombrados. La vi quedarse helada, en shock, su mirada perdida. Luego, como si nada, se dio la vuelta para seguir con sus labores. "¿Por qué te fuiste?", le pregunté, mi voz teñida de una frustración ardiente. "No sé", balbuceó, su voz apenas un hilo. "¿Lo deseas?", insistí, la pregunta resonando en el aire. La vi dudar, un torbellino de emociones cruzando su rostro. "No", dijo finalmente, con una convicción que me heló la sangre. "Quizás no fue el momento", añadió, y esa pequeña frase encendió una nueva esperanza en mí. ¿Qué otra cosa puedo hacer para que acepte?
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