¡Mi hermana, mi mujer, ufff!
Fecha: 20/01/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... limpia bien el cuarto de baño antes de salir.
Cuando volví a la habitación mi mujer ya estaba profundamente dormida.
El día siguiente amaneció con una brisa suave y fresca. Todos nos levantamos temprano incluso yo que hacía siempre pereza cuando estaba de vacaciones. Desayunamos juntos con los niños gritando impacientes a nuestro alrededor, deseosos de salir afuera a jugar. Mi madre nos propuso que fuéramos a la finca de la colina a ver los árboles frutales. Hacía tiempo que no iba por allí. Mi padre había comprado aquella finca cuando éramos muy pequeños y él mismo la había llenado de manzanos, perales, melocotoneros.....decenas de árboles corrían en líneas paralelas a la suave pendiente de la colina separados por una red de pequeñas acequias de riego. Cuando éramos niños la excursión a la finca de la colina siempre era sinónimo para mi hermana y para mí de diversión. Nos perseguíamos entre los árboles buscando una rama suficiente baja que nos permitiese alcanzar algún fruto o recogíamos los que se habían precipitado al suelo al estar ya suficientemente maduros y acto seguido nos lo lanzábamos buscando el cuerpo del otro. Yo siempre acababa acertando en el de Ana y haciéndola llorar. Lloraba sin estridencias, de una manera muy callada, de puro dolor. Yo me acercaba a ella para intentar consolarla, temeroso de que fuera a consolarse con papá que nos tenía estrictamente prohibidos ese tipo de juegos. Pero nunca se iba de la lengua. Me miraba un momento con sus ojos ...
... grandes y húmedos, mordiéndose los labios y frotándose el lugar contusionado y enseguida se incorporaba buscando alguna manzana que lanzarme mientras yo salía corriendo colina abajo.
A mí me encantaría ir, mamá- Ana parecía ilusionada.- hace tiempo que no voy allí.
Pues ahora por la mañana es un buen momento hija, luego con el sol del mediodía la colina se convierte en un horno. ¿Tú vas Gloria?
No.
Entonces podrás ayudarme, quiero bajar a la bodega a poner un poco de orden, nada de limpieza, ya lo limpia una chica que viene los martes, pero quiero que me digas lo que crees que no sirve.
Es cierto, todavía no hacía calor. Podríamos haber ido con los niños o andando, pero no, fuimos los dos solos, como cuando éramos niños. Ana llevaba un vestido corto, estampado, y la suave brisa que se deslizaba por la colina levantaba a veces la falda enseñando sus blancos y hermosos muslos; un instante muy breve que alguna de sus manos corregía devolviendo a la tela su gravedad habitual. Estaba bonita y a cada rato la sorprendía mirándome. Entonces ella bajaba los ojos con timidez y luego como recapacitando me volvía a mirar con un leve descaro como diciendo, "¡bueno y qué! soy tu hermana y te miro si me apetece".
Nos detuvimos en una pequeña terraza que ofrecía unas vistas espectaculares sobre el valle. Los recuerdos se atropellaban en mi cabeza. Los de Ana supongo que también.
Ahí es donde te declaraste a Gloria
¿Cómo lo sabes?
Me lo contó al día siguiente
Y, ...