1. ¡Mi hermana, mi mujer, ufff!


    Fecha: 20/01/2019, Categorías: Hetero Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... me río, tonta. Anda trae, yo te las pinto, al fin y al cabo soy un profesional.
    
    Ana me miró con una expresión rara; pareció querer rechazar mi oferta pero se contuvo. Le quité de las manos el esmalte de uñas y empecé a mojar el pincel en el pequeño frasco. La pintura era untuosa, de un rojo brillante, la removí silenciosamente mientras la imaginaba sobre las uñas de mi hermana. Ana estaba silenciosa y yo notaba una cierta tensión en su cuerpo. Sin mirarla me agaché y me puse de rodillas delante de sus pies. Sentía la necesidad de distraerla, de aliviar un poco la situación:
    
    No creas, más de una vez he pensado que sería mejor dedicarme a pintar uñas de los pies y de las manos a mujeres que pintar sobre lienzos, que mi trabajo sería más práctico y más apreciado. Gloria, que sabes que cada vez le gusta menos lo que hago, dice que no tengo talento ni siquiera para eso, para pintar uñas.
    
    Eso es una tontería, tú tienes un talento enorme, eres un genio.
    
    No pude evitar sonrojarme.
    
    Es verdad, pintas de miedo, y no hagas caso de tu mujer, sólo lo hace para fastidiarte.- (se rió de nuevo nerviosa)- ¡Ya verás que bien me las dejas!
    
    Bien, al menos de momento la situación estaba más relajada. Cogí uno de sus pies y lo coloqué en mi regazo. Ella movió las caderas para que sus piernas quedaran bien juntas; llevaba un vestido muy cortito y se la veía incómoda por mi posición. Me cuidé mucho de que mi vista no subiera más allá de sus tobillos pero no dejaba de preguntarme si ...
    ... llevaría puestas el mismo tipo de braguitas con las que la había visto ayer a la hora de la siesta, y también el día anterior. Su piel estaba suave, se notaba que se había dado crema en los pies unos momentos antes. Olían a perfume. Tenía tan sólo pintada la uña del dedo gordo y efectivamente los resultados dejaban que desear, parte de ella estaba sin pintura y en otras zonas el esmalte había manchado la piel. Comencé a extender el pequeño pincel para corregir los daños. El esmalte se deslizaba suavemente por la uña en una capa gruesa y brillante, era un placer sentir la suavidad con la que la pintura cubría de color rojo intenso toda la minúscula zona que sin embargo se me antojaba misteriosamente interminable. Me cuidé de no rebasar los límites en el acabado para lo cual introduje los dedos de mi mano izquierda, que sostenía la planta de su pie por entre sus dedos separándolos. Al hacerlo fue como si una nueva ola de esa crema perfumada me alcanzara de nuevo. Sonreí.
    
    ¿Qué pasa?- ella evidentemente no dejaba de mirarme.
    
    Nada, hermanita, es que me doy cuenta de que nunca había sido tan detallista.
    
    ¿No le has pintado nunca las uñas de los pies a tu mujer?
    
    Nunca.
    
    Ana se calló pero yo no alcé la vista. Sabía que ver sus muslos e imaginar su entrepierna desde esta posición me haría perder los papeles.
    
    Así que ya sabes, estás en manos de un primerizo.
    
    Ella no contestó. Sentí como su pie se volvía rígido así que lo manipulé con extremada suavidad pero de manera ...
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