-
Lore: Mis inicios VII
Fecha: 05/09/2025, Categorías: Incesto Autor: LorenaMx, Fuente: TodoRelatos
La vi entrar y sentí que el tiempo se detenía. Sus ojos se cruzaron con los míos, y algo distinto pasó en ese instante: no hablamos, pero la mirada que compartimos lo dijo todo. El aire en la sala se volvió pesado, como si no cupiera otra cosa más que esa tensión. Quise apartar la vista, hacerme el distraído, pero no pude. Había algo en ella que me atrapaba, que me encendía por dentro aunque no quisiera aceptarlo. Noté que sus labios se movieron, como si fuera a decir algo, pero no alcanzó. Los pasos de mi esposa en la escalera rompieron el momento de golpe. —Hola, pa… hola, ma —dijo Lorena, con la voz suave, antes de subir corriendo y encerrarse en su cuarto. Me quedé en el sofá, sin moverme, con el corazón golpeando fuerte. Sabía lo que había sentido, y ese simple hecho me helaba la sangre tanto como me quemaba por dentro. Quise correr tras ella, abrazarla, protegerla, hacerle ver que esto no podía ser… aunque los dos, en silencio, lo estuviéramos deseando. Pero no lo hice. Me levanté y, en un impulso extraño, besé a mi esposa como lo hacía cuando éramos novios. Ella se quedó desconcertada; hacía mucho que no teníamos un gesto así. —¿Y ahora a qué vino ese beso? —preguntó, con una mezcla de sorpresa y frialdad. Sus palabras fueron un balde de agua helada, uno más en esa distancia que con los años había crecido entre nosotros. —Por lo guapa que te ves, no más —atiné a decir. Ella, extrañada, se fue a la cocina. Yo regresé al sofá, con la ...
... sensación de que el sillón se hundía bajo el peso de mi culpa… y de mi deseo. El noticiero siguió corriendo en la pantalla, pero no escuché nada. Con lo que llevaba dentro, los desastres del mundo eran lo de menos. En algún momento mi esposa desapareció de la cocina, y volví a quedar solo con mis pensamientos. Me calenté algo de cenar, me serví un vaso de whisky. La comida me supo a cartón, y el trago, en lugar de calmarme, solo avivó el fuego que me quemaba por dentro. Subí a mi recámara contando cada paso como cuando era niño. Uno, dos, tres… como si el ritmo pudiera distraerme del torbellino que traía en la cabeza. 1… ¿Qué me está pasando? 2… ¿De verdad esto es real? 3… ¿Y si todo es solo producto de mi imaginación? 4… ¿Y si alguien lo nota? 5… No puedo ser el único que ha sentido algo así… 6… 7… 8… Los números se acumulaban junto con las preguntas. Hasta que, sin darme cuenta, me encontré frente a su puerta. Las imágenes de ese día me volvieron con fuerza. Los colores, las formas, las texturas… todo estaba grabado como una marca indeleble en mi memoria y en mi piel. Y entonces lo escuché. Ese sonido. Inconfundible. El que de joven anhelaba escuchar… y que, de adulto, me había enorgullecido provocar. Ese sonido me paralizó. El leve crujir del colchón, acompasado con una respiración acelerada, entrecortada… como un secreto que nadie más debía escuchar. Me quedé ahí, de pie, con el corazón golpeándome en el pecho. Quise convencerme de que eran ideas mías, ...