1. Tamara y el Joven del culto del Miércoles. Parte 2


    Fecha: 17/09/2025, Categorías: Confesiones Autor: tamara, Fuente: TodoRelatos

    ✝️ “El joven del culto del miércoles” Parte 2 — La carta del Jueves. Jueves. 5:44 a.m. Desperté antes que él. Como siempre. Mi esposo dormía profundo, con el rostro aplastado en la almohada y una pierna fuera de la sábana. En su mundo, yo seguía siendo la esposa devota. La que no cuestiona. La que sonríe en los desayunos y ora por las misiones. Pero en mi mundo, esta mañana, yo tenía un temblor en los muslos que no era culpa del frío. Bajé a la cocina. Preparé café. Abrí mi Biblia… pero no para leerla. Dentro, escondida entre las páginas de Isaías, estaba la carta. Una hoja doblada en tres, escrita con letra temblorosa, tinta azul, casi infantil. Cristóbal me la había dejado anoche. No supe cuándo la deslizó. Tal vez cuando rozó mi mano. O tal vez cuando se ofreció a apagar la luz del altar. No importa. El hecho era este: Me había escrito. Y yo… estaba a punto de leer algo que ningún otro hombre se había atrevido a decirme desde que me puse el velo de esposa. “Hermana Tamara… Perdóneme por lo que estoy a punto de confesar. Desde hace semanas no dejo de pensar en usted. No como se ...
    ... piensa en alguien de la iglesia… sino como se sueña a alguien en silencio. En la noche. En pecado. A veces la veo cantando, y me duele el cuerpo. A veces la escucho orar… y siento que mi alma quiere hacer lo mismo, pero con gemidos que no son de Dios. Ayer, cuando rozó mi mano, entendí que no estoy solo en esto. O al menos eso quiero creer. No espero nada. Solo quería que supiera lo que me quema. Cristóbal.” Lo leí tres veces. La primera con el corazón latiéndome entre las costillas. La segunda, con las piernas apretadas. La tercera… con la mano sobre mi muslo. Lo que sentí no fue culpa. Fue confirmación. La confirmación de que aún era mujer. Aún podía provocar. Aún tenía poder. Y ese poder era mío. Jueves. 7:12 p.m. El templo estaba vacío. Nadie había anunciado culto ese día. Pero yo fui. Llevé la Biblia. La falda más larga. Y un sobre. Lo dejé sobre la banca donde él solía sentarse. Dentro, solo había un versículo, escrito con mi letra: “El espíritu está dispuesto… pero la carne… la carne es débil.” Mateo 26:41 Y debajo, con tinta roja: “Nos vemos el próximo miércoles. Dios mediante.” 
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