CON MARGARITA EN ALICANTE
Fecha: 08/02/2019,
Categorías:
Sexo con Maduras
Anal
Masturbación
Autor: placerparatuyyo, Fuente: xHamster
El hotel Gran Sol de Alicante, es un edificio de 26 alturas al lado de la Explanada, con un bonito restaurante en la última planta –el de la 2ª es para desayunar- desde el que se divisa la bahía y casi todo Alicante y en el que se come bastante bien.Era un viernes de mediados de Noviembre, y había finalizado mi viaje para presentar a los distribuidores de la zona los objetivos y planes de actuación para el año siguiente, y como siempre que viajaba allí, me quedaba el fin de semana para disfrutar del buen tiempo y, si de paso conseguía algún ligue, ¡mejor que mejor!, pues a mis 30 años estaba soltero y sin tiempo para establecer una relación estable por causa de mi trabajo.Ese fin de semana había la convención de una empresa y cuando fui a cenar quedaban sólo dos mesas libres; ocupé una y al cabo de poco tiempo 2 hombres ocuparon la otra, uno con la identificación de los de la convención y el otro sin ella pero que visto lo que hablaban, también había ido a ella.Al traerme la carta para pedir, el camarero dijo: “¿le importaría compartir su mesa con otra persona?, ya ve que hoy estamos llenos”; “No hay problema por mi parte” respondí.Al poco, volvió acompañado de una mujer de unos 45 años, de pelo negro y largo, vestida con falda negra hasta la rodilla a conjunto con su chaqueta, una blusa de color oscuro, con gafas y muy buen cuerpo, que llevaba anillo de casada.Me dio las gracias y le pregunte si también venía a la convención, momento en que le llamaron por teléfono; ...
... dijo “disculpa” y atendió la llamada, en lo que me pareció una conversación tensa tras la que acabó bastante enfadada por su parte.“Disculpa”, dijo de nuevo, “es mi hija pequeña, de 15 años, está en la adolescencia y me tiene harta; y mira que la mayor, que ya tiene 20, tuvo una adolescencia tranquila, pero ésta me saca de mis casillas”. “¿Has venido a la convención?” pregunté de nuevo. “No, he venido a vender el apartamento que me dejó mi difunto marido, que ahora que las chicas ya son grandes no quieren venir y hasta el domingo no sale ningún vuelo”.“Lo siento”, dije, pensando que había enviudado hace poco. “No, si ya hace más de 10 años que enviudé; ¿lo dices por el anillo?; lo conservó para evitar moscardones a mi alrededor. Vivo en Santoña, en Santander y ya sabes cómo son los pueblos pequeños”.“Lo imagino” contesté. “Pero tú no eres de allí, ¿verdad?; lo digo porque tu acento parece andaluz”, continué. “Pues sí: soy de Granada; mi marido era ingeniero, vino allí a hacer la mili, nos enamoramos, nos casamos y fuimos a Santander, que es de donde él era”.Miramos la carta, vino el camarero, pedimos la cena y una botella de vino tinto y mientras cenamos estuvimos hablando un poco de todo, de nuestros trabajos (era enfermera), de sus hijas, de todo un poco.Al terminar de cenar dije: “¿te apetece tomar un café? siempre suelo tomarlo aquí, pero con el lío que están montando los de la convención, me parece que hoy iré a una cafetería que hay aquí al lado”. “Bueno”, dijo ...