1. El amor de mi esclava


    Fecha: 08/02/2019, Categorías: Grandes Series, Autor: charlygaucho, Fuente: CuentoRelatos

    ... no se te puede escapar ni una sola gota. ¿Nos entendimos?
    
    - Sí.
    
    - Muy bien, ahora abrí la boca bien abierta, sacá la lengua y apoyá la punta del cipote en tu lengua.
    
    - ¿Qué vas a hacer? expresó con un claro gesto de asco.
    
    - Hacé lo que te digo.
    
    Ella abrió la boca, sacó la lengua y colocó la cabeza de mi pija sobre el humedecido apéndice que La acogió suave y dulcemente. Tranquilamente me aflojé y dejé que una pequeña cantidad de meada retenida saliese de mi mango y surgiese por el agujerito de su cabeza.
    
    - Tragá y no escupas. Tragátelo todo.
    
    Ella asintió en un mudo gesto de acatamiento y resignación. Como estaban dadas las cosas no existía otra posibilidad que la que yo tenía prevista. El chorrito de meada, muy escaso por cierto, saltó sobre su lengua y cayo directamente dentro de su boca, salvo las gotas finales, cuando la meada decayó, que se derramó sobre su lengua. Retiré mis caderas hacia atrás provocando que el pedazo, que aún se encontraba en su mano, saliese de su lengua.
    
    - Cerrá la boca y tragá todo lo que tengas.
    
    Luego de ver que el líquido discurría por su garganta, me arrodillé a su lado, le tomé la cara, juntando nuestros labios y la besé apasionadamente. Nuestras lenguas se enredaron y la de ella me transmitió el amargo sabor de la orina. La apreté aún más introduciendo mi lengua hasta el fondo de su cavidad bucal. La tomé de la mano, la hice subir y nuestros ojos se encontraron.
    
    - Ahora a coger. ¿Tenés ganas de garchar?
    
    - Con ...
    ... vos siempre tengo ganas.
    
    - Espero que sigas manteniendo esa predisposición siempre.
    
    - Yo espero que siempre te siga gustando.
    
    - Que me gustes es importante pero lo principal es que me satisfagas con tu conducta y tus actos.
    
    La tomé de la mano y juntos nos encaminamos al dormitorio. Llegamos junto al lecho y nos arrojamos sobre la cama, comenzando la eterna lucha de los sexos para obtener la satisfacción total, el poder y el placer, el gozo, la posesión y la gloria. La tercera y última prueba había comenzado, pero eso sólo yo lo sabía.
    
    Mis labios se estrellaron contra los de ella, mi lengua perforó su boca y mis fauces se desplegaron con toda su potencia arrollando todo a su paso mientras sorbían labios, lengua, cara, cuello, orejas, todo lo que encontrasen frente a ella. Mis manos no se quedaron atrás y -mientras hundí una de mis piernas entre las de Claudia obligándola a separarlas y alzando la rodilla hasta alcanzar su sexo- se desplegaban sobre todo su cuerpo. Sus tetas, sus pezones, sus brazos, su vientre, sus costados, todo su ser fue acariciado, amasado, estrujado, apretado, comprimido, aplastado, apretado y maltratado.
    
    Mi rodilla se acercó a su sexo abierto y comenzó a retozar sobre él, refregando su superficie y acariciando rudamente su delicada superficie. Uno de mis dedos se dirigió sin escalas hasta su ano, perforando sin piedad el cerrado anillo hasta que el nudillo de la mano se estrelló contra la superficie de su culo. No era sexo, era un combate ...
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