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Los amigos de mi hijo me miran distinto
Fecha: 30/10/2025, Categorías: Hetero Autor: Elena VH, Fuente: TodoRelatos
Los amigos de mi hijo me miran distinto Por Elena Valtierra No fue un cambio inmediato. Fue una forma distinta de bajar la mirada. Un silencio más largo. Una pausa al hablarme. Y una forma concreta de observarme cuando creían que no los veía. Todo empezó por una hoja. Un sábado, mi hijo celebró su cumpleaños en casa. Nada especial: comida, música, cuatro amigos de la universidad. Yo había decidido mantenerme al margen, solo ayudar con la comida y desaparecer. A mitad de tarde, uno de ellos —Rubén— subió al piso de arriba. “El baño de abajo está ocupado”, dijo con una sonrisa nerviosa. No pensé en ello… hasta la noche. Al entrar en mi habitación, vi la puerta de mi armario mal cerrada. Y sobre la cama, una hoja impresa. Una hoja que yo misma había escrito unos días antes. Una fantasía. Entre mujeres. Bastante explícita. Mi psicólogo me lo había sugerido: —No reprimas. Escríbelo. Libéralo. No pensé que alguien entraría a mi habitación. Ni que leería eso. Y sin embargo… lo había leído. Lo supe por cómo me miraban. Especialmente Rubén. Una semana después, apareció de nuevo. Solo. Mi hijo no estaba. —Pasaba cerca —dijo, como si fuera lo más normal del mundo. Yo lo observé desde el sofá, sin moverme. Llevaba camiseta ajustada, una mochila al hombro y la mirada de alguien que ha cruzado una línea… y quiere saber qué hay al otro lado. —¿Curioso? —pregunté. —Bastante —respondió. —¿Por ...
... mí? —Por lo que escribes —añadió, sin pestañear—. Por cómo lo escribes. Me levanté despacio. —¿Te gustó? Rubén respiró hondo. —Me hizo correrme. Dos veces. Silencio. —No he podido dejar de imaginarlo desde entonces. Me acerqué. Lo tuve delante. Joven, nervioso, excitado. —¿Quieres leer el final? —Quiero más que leerlo —susurró. Le señalé mi habitación con un gesto. No dijo nada. Me siguió. Se sentó en la silla junto al escritorio. Yo me senté en la cama. Llevaba una camiseta ligera. Sin sujetador. A propósito. —No vas a tocarme —dije—. Solo vas a mirarme. Saqué la hoja doblada. La abrí. Y empecé a leer en voz alta. Palabras sucias. Lenguas entre piernas. Gemidos escritos con precisión quirúrgica. Rubén se removía en la silla. Tenía la erección marcada. Me encantó. Me levanté. Me quité la camiseta. Despacio. Vi cómo tragaba saliva. —Tú lo empezaste, Rubén. —¿Yo? —Entraste en mi cuarto. Leíste algo que no era para ti. —Y me excitó. Me bajé las bragas. Me senté de nuevo. Piernas abiertas. —Entonces mírame. —¿Qué estás…? —Estoy escribiendo otro final. Con los dedos. Empecé a acariciarme. Lenta, profunda, sin quitarle la mirada. Él jadeaba. Quería tocarse. Pero no se atrevía. Y yo… me vine en su cara. Gemí sin culpa. Con él ahí, temblando. Después, me acerqué y le susurré: —La próxima vez, puedes traer papel nuevo. Pero el bolígrafo lo pongo ...