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El Castillo de Naipes que Derrumbé – (Parte 3)
Fecha: 28/11/2025, Categorías: Fantasías Eróticas Infidelidad Sexo en Grupo Autor: Arya la redactora, Fuente: SexoSinTabues30
... flaco con cicatrices tomó su lugar, sus manos huesudas agarrándome las caderas. —No, no más, por favor… —sollocé, mi voz rota por el llanto, pero él no escuchó. Su verga, larga y flaca como él, entró fácil por el semen del gordo, resbalando dentro de mí. Bombeó rápido, sus cicatrices brillando en la cara mientras gruñía, sus dedos clavándose en mi cintura estrecha. Mis tetas se mecían, el sudor chorreándome por el cuello, mi pelo rizado enredado en el polvo. Intenté cerrar los ojos, pensar en Ethan, en sus ojos grises, pero el dolor me traía de vuelta. El moreno musculoso no esperó. Me dio la vuelta como si fuera una muñeca, mi cara contra el suelo, el polvo metiéndoseme en la boca. “Por el culo, pa’ que no olvides”, dijo, su voz dura. Escupió en su mano, un sonido húmedo que me heló, y sentí su verga, gruesa y caliente, empujando contra mi ano. Grité, un alarido que rasgó la noche, pero el joven de pelo largo me agarró el pelo, levantándome la cara. —Abre la boca, pinche zorra —ordenó, su verga ya frente a mí, larga y venosa, goteando algo que olía a sucio. Intenté girar la cabeza, pero me dio una cachetada, el ardor explotando en mi mejilla. Metió su verga en mi boca, ahogándome, mientras el moreno empujaba más, desgarrándome el culo. El dolor era ciego, un fuego que me partía, y las lágrimas me nublaban todo. El joven bombeaba mi boca, su mano en mi nuca, hasta que se corrió, un chorro salado que me hizo toser, goteándome por la barbilla. El flaco terminó ...
... dentro de mi, su semen mezclándose con el del gordo, y el moreno gruñó, corriéndose en mi culo, el calor húmedo resbalando por mis muslos. El bajito fue el último, arrodillándose frente a mí mientras el joven me soltaba. “Abre, putita”, dijo, masturbándose rápido. Intenté apartarme, pero me jaló del pelo, y su semen me pegó en la cara, metiéndoseme en los ojos, la boca, el pelo rizado. Se turnaron otra vez, cada uno tomándome por donde quiso. El gordo volvió a mi vagina, el flaco a mi culo, el moreno a mi boca, el bajito apretando mis tetas hasta dejarlas rojas. Sus manos sucias me marcaban la piel canela, sus uñas raspándome, sus risas mezclándose con mis sollozos. No sé cuánto duró —minutos, horas, una eternidad—, pero cuando terminaron, me dejaron tirada en el lote, mi ropa rota, mi cuerpo temblando. El semen goteaba de mi vagina, mi culo, mi cara, mezclándose con el polvo y mis lágrimas. Mis tetas dolían, mis muslos estaban magullados, y mi garganta ardía como si hubiera tragado vidrio. Me arrastré hasta mi mochila, mis manos temblando mientras me ponía los jeans, la camiseta rasgada apenas cubriendo mis tetas. El lote estaba vacío ahora, los cuatro idos, sus risas todavía resonando en mi cabeza. Cojeé hacia la parada de autobús, el dolor entre mis piernas haciéndome jadear con cada paso. Mi pelo rizado colgaba en mechones sucios, mi piel canela manchada de tierra y semen. Pensé en Ethan, en su voz grave, en cómo me mataría si supiera esto. No era solo la traición con ...