Las cinco amigas (2)
Fecha: 21/02/2019,
Categorías:
Transexuales
Autor: nelidagramatico, Fuente: RelatosEróticos
... Una lágrima se escapó y rodó por mi mejilla.
Descubrí que sólo podía caminar de puntillas. Era imposible hacerlo de cualquier otra manera. No sólo era doloroso, sino que me arriesgaba a caerme de espaldas, dado que mis pies, por algún motivo, entendían como "plano" ese gran ángulo. Y entonces encontré, junto a los pies de la cama, unas zapatillas realmente peculiares, de la talla 38. Cuando era un hombre, mi talla era una 42. Lo peculiar de esas zapatillas era que tenían forma de cuña, de forma que el pie introducido en ellas quedaba en un ángulo respecto al suelo superior a los 45º. Nunca había visto un diseño semejante. Se supone que las zapatillas están diseñadas para ser cómodas. ¿Cómo podrían serlo con ese ángulo? De nuevo me sorprendí. Eran de mi talla, y eran la única manera de que pudiera andar con cierta comodidad.
No obstante, verte obligada a llevar tacones altos no quiere decir que sepa usarlos. Un momento... ¿he dicho "obligada"? Quería decir obligado, claro. Tenía que aprender a moverme con ellos puestos si no quería partirme un tobillo si daba un mal paso. Me agarré a todos los muebles camino de lo que parecía un baño y que estaba situado a la derecha de la cama.
Estaba oscuro. Busqué a tientas la luz. Cuando la encontré, me sorprendí mirándome en un espejo. Al menos, miraba a alguien que se movía exactamente como yo y precisamente al mismo tiempo, así que supuse que debía ser yo, porque no se parecía en nada a cómo me recordaba.
Lo primero que me ...
... llamó la atención es que era más baja que yo. Mi metro ochenta había quedado reducido a quizá metro sesenta y dos. Con los tacones probablemente pasaba del metro setenta y tal vez más. Me acerqué poco a poco para ver mejor mi rostro. No era una belleza deslumbrante, pero estaba lejos de ser fea. Parecía diez años más joven de lo que era anteriormente, como el médico había dicho. Mi pelo había crecido, pero era el mío, marrón y lacio. Ni rizado, ni moreno como se suponía que lo iba a ser. Mis cejas habían cambiado. De rectas habían pasado a un cierto arco, pero seguían siendo gruesas, nada de "finas, con un pelo de grosor". Mis ojos eran más grandes, más redondos que anteriormente, y tan castaños como siempre. Sin embargo, mi nariz era completamente diferente, pequeña y ligeramente respingona. Mis labios seguían siendo finos aunque habían engordado ligeramente. Nadie podía decir, viendo esa cara, que no fuera una mujer.
Me desnudé. Tenía que ver cómo era mi cuerpo. ¡Dios mío! Mi culo era GRANDE. Realmente grande. Era la característica que más llamaba la atención de todo mi cuerpo. Cómo había palpado en la cama, tenía unos pechos diminutos. Eran poco más que una gran aréola marrón con un pequeño pezón en el centro. No llegaría ni a una copa tamaño "A". De alguna forma, sin embargo, no me gustaba que fueran tan pequeñas. Si era una chica, me gustaría tener algo de lo que sentirme orgullosa, ¿no? Y los pechos son la esencia de la feminidad. Otro pensamiento extraño. ¿Estaba ...