1. De cómo me convirtieron en una putita


    Fecha: 03/03/2019, Categorías: Grandes Relatos, Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos

    ... sorpresivamente de un brazo y a pesar de mi resistencia me metió en su casa. ¡Me estaba raptando! Y yo, tengo que confesarlo, me dejé raptar. Dejé que me arrastrara a través de un corto pasillo hasta una habitación que resultó ser el dormitorio.
    
    -No… Déjeme… no, no… -suplicaba yo aunque sin ningún deseo de que ese viejo pervertido desistiera de su propósito. Ese vecino al que en el barrio llamaban don Natalio me tenía ya totalmente en sus manos. Me estaba haciendo descubrir mi orientación sexual y mi naturaleza de sumiso.
    
    De un empujón me tiró en la cama de dos plazas y me exigió con los ojos muy abiertos y el rostro desencajado: -¡Desnudate, nene! ¡vamos! ¡y te aviso que no me gusta repetir una orden!
    
    Yo estaba excitadísimo y entregado por completo a su dominación: -Sí, está bien, don Natalio… No me… no me pegue…
    
    Él emitió una risita perversa y me dijo como sim hubiera leído mi mente: -Ah, así que además de la pija te gusta que te peguen, ¿eh, nene?
    
    -No… yo… -vacilé aunque de verdad no podía negar que él tenía razón, porque el tono autoritario con que me había ordenado que me desnudara me había excitado y me imaginé que el viejo me daba una buena paliza en la cola. Una serie de fantasías y deseos morbosos dormidos en mi inconsciente habían empezado a aflorar en ese momento con fuerza y claridad.
    
    -Bueno, basta, desnúdate de una buena vez. –y empecé a desvestirme con ...
    ... las mejillas ardiendo de vergüenza y deseo mientras él también se quitaba la ropa. Yo lo miraba a hurtadillas y veía su piel lechosa, su vellosidad grisácea en el pecho y las pantorrillas. No era lo que se dice un Adonis y no me hubiera atraído si lo fuera. Al revés, me calentaba su ancianidad, su cuerpo nada agraciado; otro descubrimiento de mi morbo que yo estaba haciendo.
    
    Por fin ambos estuvimos en cueros y él entonces me hizo poner de pie sobre la cama.
    
    -Empezá a girar despacio, nene, quiero verte completito. -y yo giré mientras imaginaba la mirada del viejo devorando cada centímetro de mi cuerpo adolescente.
    
    Cuando completé el giro y quedé otra vez ante él vi que tenía el pene erecto y me estremecí. De ganas y un poco de miedo también, al imaginar que esa cosa debía doler mientras entraba en algo tan estrecho como es el ano. Pero don Natalio había anulado mi voluntad por completo, al punto de no poder oponerme a nada que él quisiera hacerme.
    
    Se dio cuenta de que yo le miraba el pene y estalló en una carcajada: -¡Ah, putito! ¡tenés ganas de comer esta pija! ¡Sí, claro que tenés ganas! ¡Y la vas a tragar por el culo y por la boca! –dijo y se me fue acercando con los ojos brillándole de calentura.
    
    -Bueno, ahora ponete en cuatro patas. –me ordenó y yo, en esa posición, me sentí un perro, el perro de don Natalio, ese vecino que ya me dominaba por completo.
    
    (continuará) 
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