1. Velada con epílogo singular


    Fecha: 08/03/2019, Categorías: Sexo en Grupo Autor: jgiglia, Fuente: CuentoRelatos

    ... fuimos desvistiendo lentamente, intercalando besos y manoseo apasionados.
    
    Ya sin ropas, ambos, la tumbé de espaldas en la cama, me subí encima suyo, le masajeé las tetas con caricias suaves, le besé y mordí el cuello sutilmente. Se le subió la excitación al rostro y a su voz:
    
    -¡Cuánto me gustas, Juaaann!!-
    
    Le introduje la lengua en la boca, le lamí los pezones, el ombligo, el vientre plano, baje hasta el entrepiernas y le besé la concha.
    
    Presa de agitación viva y vehemente intentó erguirse y que me tumbara en el colchón.
    
    No la dejé. Volví a subirme y la penetré de modo descortés; las embestidas fueron cada vez más violentas. Sobrevino la culminación descripta al comienzo de este relato.
    
    Transcurrido un conveniente lapso de cariñosa distención Miriam, pidió que no la juzgase mal. No era una descocada ni libertina: se había encamado conmigo, llevada inicialmente por el despecho, pero, al cabo, por calentura y necesidad de contención, aunque sea transitoria.
    
    Cometimos el “error” de volver a acostarnos juntos, después de sendas duchas. Cómo no podía ser de otro modo, el segundo polvo, superador del primero, fue inevitable.
    
    Miriam suspiraba, gemía, murmuraba como poseída que quería más y más, que ...
    ... disfrutaba lo indecible al tenerme dentro de ella.
    
    -¿Me dejas que te haga el culito? – le soplé en el oído.
    
    Protestó:
    
    -¡No me la saques ahora…! ¡Dale seguí…! ¡Por favooorr!-
    
    Obedecí. Al rato empezó a menearse más y más y a soltar exclamaciones:
    
    -¡Mmmmm. Juanllll Síiiiii, asíiiiiiiii, qué buenoooo, ¡Aghhhhhh, Siiiiiiiiii!-
    
    Tuvo un espasmo involuntario y no tardó en manar fluido de la vulva, a laxarse y aflojar las piernas.
    
    ¿La había hecho acabar? Creo que sí, pero no había quedado satisfecha.
    
    Digo porque, recapacitó y consciente que yo aún no había acabado, forcejeó para darse vuelta boca abajo y se quedó a la espera de mi reacción a su, evidente, ofrecimiento.
    
    La visión de ese par de nalgas de “otro planeta” tuvo, sobre mi miembro próximo a desfallecer, un grandioso efecto re vigorizante. Aproveché su humedad vaginal para lubricarle, con mi dedo índice, el orificio anal, luego penetrarla y pistonear como un poseso sin pausas hasta la culminación con profusión de semen y expresiones verbales, cruzadas, de goce.
    
    Dije que “cometimos el “error” de volver a acostarnos juntos”. Porque, por despecho, un polvo prohibido, parecería suficiente desquite.
    
    Errar es humano, coger y encular es divino. 
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