1. El joven de al lado


    Fecha: 10/03/2019, Categorías: Transexuales Autor: Edwan.sedafaar, Fuente: CuentoRelatos

    ... glúteos. No me desnudaba si no hasta ya estar dentro de la regadera, que como ya lo dije antes, era un cubículo en el centro de la habitación de un cristal transparente pero de visibilidad opaca, distorsionada, y que podía verse perfectamente desde la casa de enfrente. No me desnudaba ante él porque quería que deseara mi cuerpo más y más cada vez. Que imaginara día y noche cada parte de mi y que construyera con su mente cada rincón de mi cuerpo que él no había alcanzado a ver aún.
    
    Mi cuerpo a través del cristal dibujaba solamente mi silueta, e imaginaba mientras me bañaba que su sexo adolescente iba poniéndose más y más duro mientras me contemplaba. Casi podía verlo gotear por mí, y antes de reprocharme esos pensamientos tan absurdos, de un chico al que le llevaba más de 10 años de edad y que además no era para nada guapo; ya estaba con un par de dedos rozándome abajo y con la otra mano acariciando mis senos mientras el agua ardiendo, acaso no tanto como toda yo por dentro, se deslizaba por mi espalda y entre mis nalgas.
    
    Al terminar, el vapor terminaba por dejar sin visibilidad a través del cristal. Cogía una toalla y me secaba dentro de la regadera, después la enredaba en mi cuerpo y salía de nuevo. La toalla cubría solo lo esencial; mis pechos apenas se contenían, desbordándose en cada paso que daba. Y debajo, la tela apenas cubría la naciente marca de mis nalgas que ahora se veía y después se ocultaba ante el vaivén de mis pasos y el viento que se colaba ...
    ... debajo.
    
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    El jardín
    
    No sé absolutamente nada de jardinería. Pero después de una semana y de pensar que era muy aburrido esperar dentro de la casa sin poder mostrarme a mi vecino espía sin parecer muy obvia, pensé que debía de encontrar una excusa para salir donde pudiera verme sin parecer que ya había descubierto que me espiaba y que además me gustaba. Y después de darle vueltas al asunto, tuve la idea de salir al patio a simular que trabajaba en el jardín. Mi admirador tenía poco viviendo al lado y supuse que no sabía aún que jamás en mi vida me había ocupado de esos asuntos y que de hecho, contábamos con un jardinero que venía cada cierto tiempo a ocuparse de esa tarea. Así que no me fue difícil arreglar la cuestión. Tomé el teléfono y marque a nuestro jardinero, un hombre mexicano ya rondando los 60 años y que siempre se había portado muy decente conmigo, más allá de las miraditas discretas cuando me volteaba y él creía seguro deleitarse con mi cuerpo sin que yo me enterará. Pero las miradas pesan, y más cuando están cargadas de deseo, y eso lo he aprendido muy bien en los últimos meses. En fin, aún así sus miradas siempre las sentí con deseo, sí, pero siempre con un toque inocente por su edad y nunca me llegaron a molestar.
    
    -Felipe, habla Nancy Mcallister de Chester Hill.
    
    – Ooh, hola señorita, ¿cómo ha estado?- me dijo con gusto en la voz
    
    – Muy bien, gracias por preguntar Felipe-
    
    – No es nada señorita. Pero, creo que no me toca ir a su casa hasta el ...
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