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Ari: Prisionero de Mi Piel XII
Fecha: 04/11/2025, Categorías: Transexuales Tus Relatos Autor: EntreLineas, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
La sala estaba en silencio, salvo por el ruido de los papeles que mamá volvía a revisar una y otra vez. Yo sentía su mirada clavada en mí, como si buscara adentrarse en mi alma. —Hijo… —dijo de pronto, con un tono más bajo, casi suplicante—. Dime la verdad. ¿Estás metido en drogas? Abrí los ojos como platos. —¡¿Qué?! —casi grité, aterrado. —Sí, Arian, dímelo —continuó—. No me mientas, hijo. Los vecinos me dicen que ven entrar a un joven en moto a la casa cuando yo no estoy. Un muchacho que pasa horas aquí contigo. ¿Quién es? ¿Qué hace en mi casa? No quiero pensar mal… pero necesito que me lo digas. Sentí que la respiración se me aceleraba. Tenía ganas de correr, de esconderme en mi cuarto, pero ahí estaba mi madre, la mujer que más amo, con los ojos llenos de angustia. —No, mamá… —balbuceé—. No estoy en drogas… jamás… Ella se acercó, tomó mis manos con firmeza. —Entonces, ¿quién es ese amigo tuyo? ¡Explícame! Porque no me gusta que metas gente extraña a la casa, menos si es un muchacho del que no sé nada. Me quedé en blanco, pero de mi boca salió una mentira automática, casi como si Jordan me la hubiese dictado: —Mamá… él es… él es un compañero del trabajo. —¿Compañero? —frunció el ceño—. Tú trabajas desde casa, hijo. —Sí, pero es nuevo en la empresa, y yo lo estoy capacitando… por eso viene aquí. Porque no tenemos oficina física, ¿entiendes? Yo le enseño lo que necesita saber, y… y nada más. Las palabras salían atropelladas, torpes, pero al ...
... mismo tiempo sentía que eran mi única defensa. Mamá me miraba seria, con los ojos entrecerrados. —¿Y por qué entonces gasta tu dinero? —me soltó de golpe—. Porque aquí tengo las cuentas, Arian. No puedes negármelo. Hay gastos que no son tuyos, y bien lo sabes. ¿Ese “compañero” es el que te está usando? La garganta se me cerró. Mis manos temblaban. Me mordí el labio y bajé la mirada. —Ya no, mamá… —dije al fin, casi en un susurro—. Ya no. —¿Ya no qué? —Ya no estoy con esa chica… —mentí, recordando sus sospechas de que había una mujer interesada—. Ya la dejé. No me quita nada más. Mamá suspiró, llevándose la mano a la frente. —Ay, hijo… yo solo quiero lo mejor para ti. No soportaría verte arruinado por malas compañías. Yo asentí en silencio, tragando el nudo en mi garganta. En mi interior sentía que me desmoronaba. La engañaba a ella… y me engañaba a mí mismo. Jordan no era un compañero del trabajo, ni un aprendiz, ni mucho menos alguien que me respetara. Era el dueño de mi tiempo, de mi cuerpo, de mi dinero. Pero cuando mamá me miró de nuevo, con esa mezcla de ternura y miedo, lo único que hice fue apretarle las manos y decir: —Confía en mí, mamá. Yo sé lo que hago. Él es una buena persona. Mis propias palabras me dolieron como un látigo. Una “buena persona”… Jordan, el mismo que me pedía plata, que usaba mis tarjetas, que entraba a mi cuarto como si fuera su territorio y me sometía a su antojo, el que me había arrancado mi hombría, el que me había arrebatado ...