1. Ari: Prisionero de Mi Piel XV


    Fecha: 04/11/2025, Categorías: Transexuales Tus Relatos Autor: EntreLineas, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X


    Los días siguientes se volvieron un tormento por la mirada inquisidora de mí madre. Jordan venía como siempre, dueño de la llave, dueño de mi tiempo, dueño de mi cuerpo. Yo lo recibía bañada y en lencería y con una bata corta siempre mostrando mis carnosas piernas, con la mesa servida, con la casa impecable… como si de verdad fuese su mujer.
    
    Pero en cuanto él se iba y yo quedaba solo, me encerraba en el baño a llorar, sabía que esto no podía seguir, mi conciencia me torturaba, pero no podía alejarme de Jordán. Mamá ya no me hablaba ni miraba igual. Sus ojos se llenaban de dudas cada vez que me veía callado, cada vez que yo bajaba la cabeza para evitar preguntas.
    
    Hasta que otra vez mama volvió a encontrar el estado de cuenta de este mes, lo tenía en su mano estaba arrugado, como si lo hubiese revisado una y otra vez.
    
    —Ari… —dijo, y su voz me heló—. Explícame esto.
    
    Me acerqué con las piernas temblorosas. La hoja estaba llena de gastos: ropa de hombre, restaurantes, bares… cosas que yo jamás había comprado. Yo no salía, no tenía vida fuera de la casa.
    
    —¿Qué… qué es esto? Otra vez Ari estos gastos excesivos, explícame esta vez ya no vas a evadir mis preguntas como siempre quiero una respuesta y la quiero ahora…
    
    —Mama por favor ya no más - balbuceé.
    Mamá me miró con los ojos brillantes, como si quisiera llorar, pero no podía.
    
    —Eso quiero que me digas tú. ¿En qué estás gastando tanto dinero? ¿O quién está gastando en tu nombre?
    Sentí que me faltaba el aire. ...
    ... Ella dio un paso más hacia mí.
    
    —Dime la verdad, Ari. Ese hombre… el de la moto… ¿es él quien usa tu tarjeta? ¿Es él quien entra aquí en las mañanas?
    —¡No, no! —grité, demasiado rápido, demasiado débil—. No es lo que piensas…
    
    —¡Ya basta! —su voz tronó, y yo me encogí como un niño regañado—. Los vecinos me dicen que ven entrar a ese muchacho y que se queda horas en la casa. Que escuchan ruidos extraños. Y ahora veo estos gastos. ¡No me mientas más, Ari!
    Las lágrimas me quemaban los ojos. Mis labios temblaban. Quise decir que no, que todo era mentira, pero ella me agarró de las manos y las apretó.
    
    —¿Te tiene amenazado? —me preguntó con un susurro lleno de miedo—. ¿Es un delincuente de esos que cobran cupos? ¿Te tiene sometido? Hijo, dime la verdad y lo denunciamos. Te protejo, no voy a dejar que nadie te haga daño.
    Ese “te protejo” me destrozó. Porque la verdad era que sí me estaba sometiendo, pero no con amenazas. Me tenía atrapado con otra clase de cadenas, más fuertes que cualquier amenaza: deseo, necesidad, adicción.
    Sacudí la cabeza, llorando.
    
    —No, mamá… él es bueno… no me obliga a nada…
    Ella me miró como si no pudiera creerme. Como si viera en mí a un extraño.
    —Entonces explícamelo tú, Ari. Explícame quién es él.
    
    No pude. Me solté de sus manos, corrí a mi cuarto para evadir responderle y cerré la puerta de un golpe. Me tiré sobre la cama, con el corazón destrozado.
    
    Me odiaba por no poder decir la verdad. Me odiaba por seguir esperándolo. Porque en el ...
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