Daniela y Sofía, madre e hija
Fecha: 19/08/2017,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
Vivimos en un apartamento en un barrio tranquilo, en ese entonces teníamos ya 6 años de vivir las dos juntas después de la separación de mis padres, que decidieron el divorcio por constantes peleas. Mi padre rehizo su vida y nos visitaba raramente. Mi madre siempre fue un gran ejemplo para mí, era una mujer muy emprendedora segura de sí misma y ayudaba a las personas. Desde pequeña, nunca dejo se ser cariñosa conmigo, me sabia escuchar, hablaba conmigo y me entendía, me abrazaba siempre que podía, me consentía en todo, siempre me apoyaba en lo que quisiera hacer, a pesar que ser una madre trabajadora. Ella es gerente de una agencia bancaria y era una mujer muy respetada y a pesar de que le apasionaba su trabajo, ella siempre me daba el primer lugar en su vida. Mi vida era el colegio y la casa, mientras fui madurando fui notando que mi cuerpo reaccionaba con sensaciones inesperadas ante la interacción con otras chicas, especialmente en clases de gimnasia, mi respiración cambiaba al ver mis compañeras en su trajes apretados, miraba más de la cuenta la entrepierna de mis amigas en calzas, mi piel se erizaba al ver esos pechos y traseros apretados, mis pezones se endurecían al abrazar mi amigas del curso y mi vagina se mojaba al verlas haciendo estiramientos, sentía mucha confusión y algo de vergüenza de que me descubrieran. Disimulaba lo más que podía, a veces pensaba en dejar de ver pero deseaba ver, lo hacía, me desconcentraba con facilidad a ver mis compañeras en sus ...
... movimientos algunos muy eróticos para mis deseosos ojos. Mi mayor problema fue en los cambiadores, donde las chicas por nuestra confianza y nivel de amistad nos desnudábamos sin ninguna vergüenza, era mi deleite ver los cuerpos de mis juveniles compañeras de lección, algunas sudaban mucho iluminando todo su cuerpo con un brillo alegre sobre cada centímetro que dejaban al descubierto, emergían emociones extrañas al sentir el aroma de mujer, y era recurrente sentir punzones en mis partes íntimas al estar semidesnuda a veces a pocos metros de otra chica semidesnuda. Y yo no daba razones para sospechas, era una de las chicas más femeninas del grupo, mi grupo estaba cargado de chicas bellas, con cuerpos desarrollados, pero yo era la más admirada y siempre me gusta ser la más hermosa y mejor vestida. Sin embargo en ocasiones, aprovechaba algunas bromas en los vestidores para acercarme y palpar a mis amigas más íntimas, con el pretexto de masajes aprovechaba para pasar mis manos por hombros, espalda, incluso lograba rozar senos de mis confiadas amigas. Y a diferencia de las otras chicas, “accidentalmente” dejaba ver mis senos y vagina en varias ocasiones. En algunas chicas miraba su cara de asombro al verme perfectamente depilada y más de una elogiaba mis atributos. Sin embargo ninguna aparentaba mayor interés por las mujeres y por otro lado constantemente hablaban del sexo opuesto. Un interés que no compartía, y me preocupaba, fingía con mis amigas prestar atención y hablaba sobre algún ...