1. Prohibido culear a las alumnas


    Fecha: 20/04/2019, Categorías: Hetero Autor: Stregoika, Fuente: SexoSinTabues

    ... pantalones, y antes de cobrar distancia, le agarré una teta a María José y mientras se la estrujaba, la besé con ansias. - Juanma… - masculló. - ¿qué? ¿Me vas a decir que aquí tampoco? Ella vaciló, y me besó al tiempo de desabotonar la parte de arriba de mi camisa. Yo le agarré entre las piernas con muchas ganas. La respiración ya se nos había alborotado y a mí el corazón me tamboreaba como si no cupiera en mi pecho. Aunque, había sido un muchachito y luego un hombre bastante “culión” toda la vida, era la primera vez que iba a estar con una menor, no simplemente menor que yo, sino menor de edad, y todavía peor, ¡mi alumna!. Era definitivamente otra “primera vez”, en sabor, en intensidad y pasión. De ahí en adelante, las colegialas estarían en el trono de mi atención, predilección, obsesión y favoritismo. La blusa de María José cayó despreciada, la pobre. Encima de ella su pantalón y luego su ropa interior. ¡Cuánto estorbo venía haciéndole la ropa! No me dio tiempo de vislumbrar su cuerpo con la poesía que yo estaba acostumbrado, sino que se abalanzó sobre mí como un animal. Es que no era algo ordinario, una pareja de noviecitos o arrechos compañeros de trabajo. Estábamos en el delicioso y adictivo reino de lo prohibido y lo secreto. Y, era también la primera vez que yo era el ‘pasivo’. Caímos en la cama al lado de Jessica, que se quejó graciosamente. María José me quitó la camisa y la tiró tan peyorativamente como había hecho con su propia ropa. Pasó las palmas de sus manos ...
    ... por mi torso, deleitándose con mis pectorales y mis abdominales. Resopló con una sonrisa, guiñó el ojo y dijo - papassito . Puso sus atléticas tetas sobre mi pecho y empezamos a besarnos. Traté de disimular el desespero para meter las manos y desabrocharme el pantalón. Mientras, con tembleque de culicagado virgen, me desabotonaba el pantalón, sentía los vellos picuditos de su pubis en mis nudillos. Todavía estaba tan anonadado que no fui capaz de hacer lo que hubiera hecho en circunstancias normales, con una novia o colega. Hubiera girado la mano palma arriba y la hubiera dedeado hasta empaparme mientras con maestría de pianista me terminaba de desvestir con la otra mano. Pero no, ahí el chiquillo era yo. María José me besaba de forma deliciosa. Por mi boca y olfato llegaban raudales de su perfume, aroma natural y aliento, no de la manera a la que yo estaba acostumbrado, por succión, sino por una forma opuesta que apenas estaba conociendo: por entrega. Esa colegiala santandereana estaba embrujándome. Sus manos a los costados de mi cabeza, sus tetas apretadas contra mi pecho, y su vagina húmeda sobe el dorso de mi mano. Parecía querer burlarse de mí, no dejándome terminar de desnudar, inmovilizando mi mano con su panocha. Y yo, no me resistí en lo más mínimo. Me encantaba ese dominio, ese control, ese deseo… era como si hubiera entrado a un cuento de hadas y una ninfa de agua me tuviera suyo. Una mano extra llegó a auxiliar la bajada de mi pantalón. Y de repente, otra más se ...
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