Mi adolescencia: Capítulo 43
Fecha: 04/05/2019,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Adolescente, Fuente: CuentoRelatos
... volví a pedir prestada la dichosa camisa azul a Jessica y me la volví a poner. Me puse el abrigo encima y quedé con Iñigo en el portal de mi casa. Al llegar allí seguía en su actitud sumisa, obediente y caballerosa de no darme más que un casto beso en los labios, pero yo le dije: “Un segundo, que se me ha olvidado el bolso en mi habitación, venga, acompáñame”. Nos montamos en el ascensor y empezamos a subir, y justo en ese momento yo paré el ascensor y me abrí el abrigo para que me viera con esa camisa. Los ojos de Iñigo se pusieron como platos, repletos de alegría, morbo y deseo, no solo por el morbo fetichista de la camisa, sino porque comprendió perfectamente que por fin que nuestro celibato había acabado y que el castigo por su mal comportamiento terminó al fin. No dijo nada. Solo me miró. Volví a darle al botón del ascensor y llegamos a mi piso.
Entramos en mi cuarto y yo agarré sus manos y las coloqué en mis pechos por encima de la camisa. Él empezó muy tímidamente a acariciarme, de forma nerviosa y apocada, como si tuviera 14 años en vez de los 20 que tenía, pero enseguida ya me acarició con firmeza, confianza, dedicación y fuerza, tanto que incluso hasta me desprendió un poco la camisa por fuera del pantalón. Le dio un subidón total. Su rostro era pura alegría. Se notaba que lo necesitaba tanto como el aire que respiraba. Quería que le quedase claro que esto era solo un anticipo y solo la demostración que el enfado (y la consecuente condena de abstinencia ...
... sexual) ya no se volvería a repetir. Por lo que le cogí de la mano y le dije: “Venga, vámonos a tomar algo por ahí”. Él sonrió, no hizo falta decir más, ambos sabíamos que a partir de ese momento íbamos a retornar a nuestras fantasías morbosas, y, si soy sincera, yo ya lo deseaba tanto como él.
Y si de retornar fantasías morbosas estaba claro que la primera iba a ser esta de vestirme con la ropa de mis amigas, en concreto con la camisa azul de Jennifer que me había puesto esa tarde. Por lo que esa misma noche, al volver en el coche de Iñigo a casa, y aparcar cerca de mi portal le dije al oído de forma insinuante: “Mañana me volveré a poner esta misma camisa. ¿Te apetece que vayamos a mi chalet o al de tu tío a pasar mañana allí la tarde?”. No hubo respuesta. No hacía falta respuesta. Solo un intenso y larguísimo beso dejó claro que estaba entusiasmado con la idea. El mundo de fantasías que nos había caracterizado desde siempre volvía a cobrar vida y todo parecía indicar que sería igual de apasionante, fascinante y morboso que siempre. No me equivocaba en absoluto.
Al llegar a casa desde el instituto esa tarde fui al armario a cambiarme y ponerme de nuevo esa camisa. Y de repente, al mirarme en el espejo, tuve una idea, bueno, más que una idea era una broma, una broma pesada en cierto modo, pero me gustaba hacerle rabiar a Iñigo aunque ya nos hubiésemos reconciliados. Esa tarde llevaba yo un jersey gris de cuello alto, y se me ocurrió la broma de ponerme la camisa azul de ...