1. El culo me dolía pero...


    Fecha: 16/05/2019, Categorías: Intercambios Autor: Hunter, Fuente: CuentoRelatos

    Ver en la estación del metro de la Iglesia del Carmen a este tipo a las 5:15 fue un shock. Pantalones cortos, ajustados, a media pierna, franelita, lentes oscuros, gorra volteada y zapatillas sin medias. Tenía una pinta de obrero, unos 25 años, con tatuajes en los brazotes, las pantorrillas y parte de la espalda. Cargaba una mochila llena de chécheres y se notaba que venía recién bañadito, con cabello parado.
    
    Yo no podía apartar la mirada de ese bultote, las nalgas paradas y musculosas. Quedamos uno junto al otro y pude verle los labios gruesos, marcados, pómulos sobresalientes y sus cejas bien depiladas, al puro estilo maleantito que tanto me gusta pero que no le va a todo el mundo.
    
    Todo el trayecto me tenía hipnotizado. Cada vez que el tren se detenía, yo veía sus bíceps y pectorales tensándose bajo la franelita blanca.
    
    Cuando llegamos a la estación de Albrook me aseguré de seguirle el paso, lujuriando esos dos nalgones que subían y bajaban como si estuvieran invitándome a una fiesta.
    
    Cual no fue mi sorpresa cuando llegué a la terminal y lo vi formando la misma fila para ir a Santiago, ciudad a 4 horas de la capital, donde yo iría también.
    
    Nos sentamos a esperar y yo no sabía cómo abordarlo. Cuando nos sentamos en el bus, quedamos uno adelante del otro. Yo estaba tan cerca que podía sentir el olor a jabón, a limpio y a macho. La cercanía de este ejemplar de hombre me tenía mareado.
    
    Como a las dos horas nos detuvimos en un restaurantito en el camino a ...
    ... desayunar. Ahí quedamos juntos en la fila de la comida y comenzó a hablarme. Se llamaba Antonio e iba a trabajar en Santiago por una semana. Yo, con mucha habilidad le fui sacando información y por fin, el teléfono y el Facebook. A la vuelta del bus nos sentamos juntos y echamos cuentos hasta que llegamos a Santiago.
    
    Allí me metí en su Facebook y chequeé todo lo que tenía. Muy pendeja la gente que pone toda su vida, sus intereses y sus amistades.
    
    A las 8 de la noche le chateé y le pregunté cómo iba el trabajo. Cabreado me dijo que le habían pospuesto para dos días después y estaba aburrido. Inmediatamente le pregunté si quería tomarse unas cervezas en un bar cercano y claro que me dijo que si de una vez.
    
    Cuando comenzamos a tomar me di cuenta que este polvo me iba a salir caro. El Antonio tomaba cervezas como agua, una tras otra sin parar. Yo iba lento, apurándolo para que se jumara rápido, lo que ocurrió como a las 10 de la noche. A esa hora caminamos las dos cuadras que nos separaban del apartamento que tenía alquilado.
    
    A esas alturas ya Antonio sabía que mis intenciones no eran solo las de un par de traguitos inofensivos. Entramos a mi recámara, que tenía el aire acondicionado apagado y nos tiramos en la cama. Comencé a quitarle la camisa, que le quedaba pegada por el sudor. El olor a macho, a testosterona era increíblemente excitante. Su sudor resbalaba por sus pectorales, por su frente y yo solo metía la cara mientras el se dejaba tocar. Lo desabotoné y comencé a ...
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