1. Elsa, mi sumisa


    Fecha: 01/06/2019, Categorías: Incesto Autor: bimont, Fuente: CuentoRelatos

    ... fue recuperando la respiración y una posición más cómoda.
    
    —Tienes que irte te esperan.
    
    —Siento dejarte así. Te prometo compensarte pronto.
    
    Después de darme una buena ducha, aproveche de paso para rasurarme todo el vello púbico de mi zona genital, desnuda completamente me miré en el espejo, se acercaba el verano, y tenía que empezar la operación bikini. Paseé las manos por mi cuerpo, me palpé, podía estar satisfecha de mi físico. Pero un día era un día, ¿por qué tanta contención? Había cenado una pizza y una buena cerveza fresquita, y después de hacerme un té bien cargado estaba en el sofá tumbada, con una camiseta vieja como única prenda leyendo un libro de relatos eróticos. Me hizo recordar todo lo acontecido aquella tarde. Ella, puro pecado pero con clase y yo del montón, pensé. Eso me hizo sonreír. Era delicioso besarla, tocarle las partes íntimas, con el sexo en la mente de uno, pasarse el día pensando dónde, cuándo y cómo se realizaría, ella inventarse excusas para salir de casa. La vida familiar y social de Elsa era un tanto complicada siempre con algún compromiso familiar o social, por lo que, para no levantar sospechas, los fines de semana ella inventaba las escusas de haber quedado con amigos, para encontrarnos después normalmente en mi casa. El resto nuestros encuentros eran por tanto furtivos con aquel sabor prohibido que le daban un morbo añadido. Los goces secretos, apasionados, en cualquier parte, la rápida corrida de unos genitales, los deseos ...
    ... lascivos, y por sobre de toda su sumisión.
    
    Noté la humedad entre mis piernas. Sin apenas ser consciente en aquel momento, tenía la mano bajo la camiseta encontrándome con mi mojado sexo, empecé a acariciarme. Estaba fantaseando muy excitada, sentía como se aproximaba mi orgasmo. Presionaba mi clítoris inflamado entre dos dedos, mientras los dedos de la otra mano se deslizaban simultaneando el orificio anal y el vaginal, el orgasmo estalló con fuerza y me corrí.
    
    Sonó el teléfono. Somnolienta miré el reloj. Las 01:40. Se oía ruido de coches, reconocí su voz.
    
    —Sí, estás bien. ¿Desde dónde llamas?
    
    —Um, uh, sí estoy muy bien. En veinte minutos te llamo otra vez.
    
    Dicho esto, colgó. Ahora era el timbre de la puerta. La puerta se abrió y tras de ella con una cazadora negra de piel cubriendo una camisa roja floreada, una falda negra también de piel ceñida a las caderas pero después acampanada y subida en unos zapatos rojos altos de tacón, estaba ella.
    
    —¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Algún problema? —le dije haciéndola pasar.
    
    —Sí, problema ninguno, quería estar contigo, ellos han continuado con su juerga.
    
    —Pero te echaran en falta, ¡no!
    
    —Con mi madre me he disculpado, creo que ella me cubrirá —Vi como una sonrisa lasciva se dibujaba en su cara a la vez a que afirmaba con su cabeza.
    
    Mientras nos besamos contra la pared del vestíbulo, pasé mi mano por detrás bajo la falda acariciándole las nalgas, me encontré con la tela de unas bragas.
    
    —¿Que?
    
    —Sí, lo hice pensando ...