Fernanda, una virgen iniciándose en el sexo
Fecha: 09/07/2019,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Mamaceando, Fuente: CuentoRelatos
... misma edad y con trajes costosos. La mayoría de barba o pelo blanco.
—¿Quiénes son...? —Me hizo el gesto con el dedo de que guardara silencio y luego me tomó del pelo hasta ponerme frente a él— Señorita Fernanda, es un placer que sea nuestro plato fuerte —su mano se fue a mi sexo y sus labios me llenaron de besos el cuello. Cerré los ojos y sentí otras manos callosas en mis nalgas, otras apretaban mis tetas. Un montón de viejos estaban tocándome, besándome y a mí no me desagradaba. Me cargaron entre dos y pude sentir un par de vergas entrando en mí. Por supuesto que me dolía y gritaba. Pero no quería que pararan me hacían levantarme en el aire para caer una y otra vez sobre sus vergas. Mis gemidos solo hacían que se excitaran más y más. Luego me pusieron en cuatro y uno a uno se turnaron para usarme. Mientras me penetraban, yo tenía que mamar uno o dos vergas, luego volvieron a la doble penetración, no paraba de mamar, las vergas parecían interminables e insaciables. Hasta que me jalaron y me arrodillaron.
—Abre la boca Fernanda, y no te tragues nada —obedecí, pero no entendía de que hablaba. Luego vino la primera descarga de semen en mi boca.
—No lo tragues.
—¡no te los comas!
Todos repetían lo mismo, y el semen seguía llegando. Mi boca estaba llena. Y seguía recibiendo leche, podía sentir como las ...
... comisuras de mis labios escurrían. Cuando por fin terminaron todos aquellos viejos y los vi parados frente a mí el rector me dijo.
—¡Ahora si trágalo todo!
Un montón de espeso semen pasaba por mi garganta y sentía como bajaba, tenía ganas de vomitar. Pero no sé cómo me contuve y logré tragar todo.
—¡Abre la boca!
—haaaaaa! Haaaaa!
Sus penes ya flácidos brincaban mientras todos reían y cada uno fue poniendo un montón de billetes en mi boca, y en mis manos.
—Ve a darte un baño y vístete —me ordeno el rector. Cuando salí, él ya estaba vestido y contaba el dinero.
—Solo voy a pagar los gastos, la habitación, el servicio y otras cosas. Lo demás es tuyo. Te lo ganaste. Vámonos.
Salimos y el trayecto de regreso fue de nuevo sepulcral, aunque yo le preguntaba “¿quiénes eran esos señores?” No pronunció ni una palabra. Dos cuadras antes de llegar a mi casa, subió el seguro de la puerta y me dijo —Descansa y olvida todo. Nunca sucedió. Te veo el lunes Fernanda.
Con mi dinero fui a cómprame más ropa, esta vez busque lencería, para el lunes Antonio me busco, quería hablar conmigo. Mientras me pedía disculpas y me declaraba su amor, a sus espaldas el rector me hacía señas de que fuera a su oficina. Así que Antonio se quedó hablando solo. Y yo, a mis dieciocho años ya no soy ni la virgen, ni la puta de la Universidad.