1. Le afeité los huevos a papá


    Fecha: 02/08/2019, Categorías: Incesto Autor: Rosetta, Fuente: CuentoRelatos

    ... mano?
    
    —Sí, hija, todo bien. Apenas he notado unas ligeras cosquillas.
    
    ¿Cosquillas? Qué cuajo tenía el muy tunante. Menos mal que no me dijo que había sentido gustito porque, donde me lo llega a decir, aprovecho las tijeras para caparle.
    
    ¡En fin! Había salido airosa de la parte más fácil. Ahora venía lo más delicado: rematar con la maquinilla.
    
    Mojé la brocha en agua y luego produje abundante espuma frotándola con el jabón. Apenas lo hice, cubrí con ella todas las zonas. Fue inevitable, nuevamente, levantar la verga con los dedos de antes. Pero, en esta ocasión, me llamó la atención que, aunque la verga seguía flácida, había cobrado un aspecto morcillón que nada bueno presagiaba. No quise decirle nada a pesar de ello. Tampoco era motivo de alarma dadas las circunstancias, más que nada porque, por mucho que él fuera mi padre y yo su hija, no dejaba de ser una mujer hurgando en la verga de un hombre, y esto lo resisten muy pocos sin empalmarse.
    
    No me llevó mucho tiempo dar buena cuenta con la maquinilla de las zonas menos complicadas, pero los cojones, esos eran arena de otro costal. Comencé a sudar como un pollo en el asador, acojonada (nunca mejor dicho) porque ahí, si se te va la mano lo más mínimo, el destrozo puede ser de consecuencias catastróficas.
    
    —Dame un minuto, papá, que ahora vuelvo—le dije antes de dirigirme a mi dormitorio.
    
    Regresé con mi pequeña y eficiente maquinilla eléctrica y un botecito de gel para suavizar la zona.
    
    —Procura no ...
    ... moverte, papá—le dije muy concentrada—, y ten presente que es posible que te duela un poco, pero no conozco una forma mejor de hacerlo.
    
    —No temas, hija, apretaré los dientes si es necesario—bromeó él.
    
    No me fijé en si apretaba los dientes o no, pero lo que sí noté fue una reacción distinta. Apenas le puse el gel y pellizqué el escroto para estirarlo, deslicé la maquinilla siguiendo la dirección del vello. Entonces, no tengo claro si fue por el nerviosismo o por las pequeñas vibraciones del aparato, la verga comenzó a crecer y crecer hasta ponerse tiesa y dura como el palo de la bandera.
    
    —¡Ops! Más pronto que tarde esperaba algo así—le dije conteniendo la risa—, pero al fin ha sucedido lo inevitable.
    
    —Lo siento mucho, Luci—dijo él, visiblemente avergonzado—. Mira que me he esforzado mucho por controlarlo, pero no ha habido manera de…
    
    —No, papá, no te excuses porque lo bochornoso para mí hubiese sido que no reaccionaras como lo has hecho.
    
    Ambos reímos, sorprendentemente. Yo más bien por nerviosismo que por otra cosa. Y es que tener aquello en plena erección delante de mis ojos, al alcance de mi mano, por mucho que fuera la verga de mi padre, me tenía en un sinvivir. Decidí seguir con lo que hacía y dejar pasar el tiempo a la espera de que la situación, o lo que fuere, se relajara. Pero por más tiempo que tardé, aquello no cedía en su empeño de alzarse hasta el techo, impetuoso, majestuoso y todo lo que termina en ‘oso’. Entonces sí me sentí como una niña, consciente ...
«12...456...»