La deseada amiga de mi madre
Fecha: 13/08/2019,
Categorías:
Sexo Oral
Autor: Kralik89, Fuente: CuentoRelatos
Lo que voy a relatarles es una experiencia increíble que ocurrió cuando cursaba mi último año de secundaria, es decir, a mis 18 años.
Por aquel entonces yo era un estudiante normal, de una familia normal, de un colegio absolutamente común.
Además jugaba rugby y mi cuerpo ya había adquirido formas esbeltas definitivas. No tenía dramas con las mujeres, que es lo mismo que decir que tenía las que deseaba.
Con todo esto se imaginarán que mi vida transcurría sin sobresaltos y con alegría.
Por aquellas épocas, frecuentaba mi casa una colega de mi madre (ambas son enfermeras) cuyo nombre era Alicia.
Alicia era una belleza espléndida. Tenía 29 años (era significativamente menor que mi madre), medía 1,70 metros pero con las sandalias de tacón que usaba aumentaba unos 5 vitales centímetros más que la ponían a la altura de mi metro noventa…
De cuerpo muy esbelto, nalgas como rocas, piernas hechas a mano, senos que sin ser gigantes eran magníficos y bien paraditos.
Su pelo negro era lacio y caía hasta sus hombros por la espalda y llevaba flequillo sobre su cara, de manera de no ocultar unos ojos negros que bien maquillados derretían aquello donde se posaban.
Y encima de eso, vestía minis súper cortas o pantalones muy ajustados.
Todo rematado por el atractivo hecho de que era separada y que cada vez que presentaba un novio ocasional estos eran cada vez más patéticos. Nada que a mis ojos esa mujer mereciera.
No voy a mentir tratando de disimular que Alicia ...
... me ponía a cien. Yo creo que ella lo sospechaba porque su trato hacia mí era excesivamente meloso, como si estuviera calentándome todo el tiempo apropósito.
Tampoco negaré su éxito. Podría decirles que cientos de veces fue el objeto más preciado de mis pajas.
Pero de ahí a lograr superar las barreras que me separaban de ella había una distancia inaudita que no se me ocurría vulnerar.
¿Cómo la hubiera encarado? Tal vez durante alguna visita a casa, en algún rincón fuera de las vistas y de frente a lo kamikaze. Pero el riesgo de encontrar una reacción histérica era grande. Me hubiese visto como un enfermo.
O tal vez llegar a su cada sin aviso y por cualquier motivo, y tratar de seducirla. Pero seguramente mis técnicas de seducción serían a su criterio harto primitivas y graciosas, es decir un papelón.
Ante esa situación, lo mejor era asumir mi lejanía y aporrear mi polla en soledad.
Sin embargo, un día, todo iba a cambiar.
Ocurre que en mi país los 21 de setiembre (día de primavera) son festejados por todos los estudiantes con un picnic y asueto escolar.
Ese año, habíamos decidido con mis compañeros de clase, pasar el día en una quinta propiedad de uno de ellos y aprovechar en la piscina una ola de calor que singularmente azotaba la zona.
Como todos éramos varones, alguien propuso que compartiéramos la fiesta con las novias ocasionales y todos estuvieron de acuerdo.
Esto último era para mí un problema. En ese momento no tenía novia y no conseguiría ...