Outdoor Runner: El Maduro Del Parque
Fecha: 04/09/2017,
Categorías:
Gays
Sexo con Maduras
Autor: micboc, Fuente: xHamster
A mis veinte años me encontraba desempleado. Había terminado mi formación profesional y llevaba tres meses sin trabajar desde la última semana que pasé de mozo de supermercado, cargando cajas de productos y colocándolas en los lineales. Pronto se me acabaría la ayuda que el gobierno me daba por estar parado y mi situación se hacía cada vez más delicada. Mi padre trabajaba y mi madre echaba un par de horas al día ayudando a cuidar ancianos. Vivía con ellos, lo que me hacía sentir ciertamente más seguro, pero mi situación económica no me permitía demasiados lujos. Eso me había hecho dejar de quedar incluso con mis amigos. Apenas nos veíamos. Así que mi única válvula de escape era el deporte.Como cada mañana, me enfundé las ajustadas mallas de correr, me puse el forro polar, los guantes, el gorro y las deportivas, y salí a hacer mi marcha matutina.Corría hasta un parque cercano y daba varias vueltas, hasta hacer al menos tres cuartos de hora de carrera.Ya me había acostumbrado a ver a la misma gente todos los días. Los de la parada del autobús, los que iban camino de la estación de tren, los que paseaban a sus perros y los que salían a correr igual que yo.Hacía frío, pues era pleno enero y los arbustos y la hierba de los jardines estaba cubierta de una importante capa de escarcha.Iba por la segunda vuelta cuando me crucé con él. Era la primera vez que le veía. Era un hombre mayor, maduro, seguramente tendría mucho más de cincuenta. Tenía un rictus serio, barba de un par de días ...
... que hacía que su piel pareciera recia como el frío que hacía, y plateada como la escarcha de los jardines.Vestía mallas de correr, como yo, llevaba gorro, guantes y un forro polar. Llevaba buen ritmo. En cuanto nos pasamos, no nos dijimos nada. Ni unos míseros “buenos días”. Me percaté de la forma en que se me quedaba mirando y cómo giraba su cuello para continuar observándome cuando pasaba por delante de él. Quizás le recordara a alguien, pensé. El caso es que seguí corriendo sin darle mayor importancia.Cuando estaba dando la vuelta al amplio y redondo estanque que ocupaba la parte central del parque, le vi atravesando el camino de cipreses que quedaba más allá. Le estudié detenidamente.Para ser mayor corría con agilidad. Sus mallas negras le marcaban unas piernas fibrosas, potentes y delgadas. Eran largas, pues el tipo era alto y delgado. No era uno de esos maduros o viejos gordos, de barriga imponente y carnes fláccidas y sebosas. Éste era más bien lo contrario. Sin duda, un deportista en esencia.Me crucé con otros dos corredores más. Una chica y un chico con los que me cruzaba bastante a menudo. Les saludé con un movimiento de barbilla y una sonrisa, y encaré el camino oeste del parque, el que quedaba entre dos filas de gruesos y, ahora desnudos, chopos.Fue al girar hacia el camino norte cuando le vi llegar. Desde lejos detecté sus ojos clavándose en los míos. Sin saber la razón me puse ligeramente tenso e incómodo. Estando tan sólo a un par de metros, le vi, preparado a ...