1. EN UN MUNDO SALVAJE


    Fecha: 13/09/2019, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... Henoc? Ana, derruida anímicamente, se tapaba los oídos con ambas manos, tratando de no oírle, pero era inútil, pues él estaba a su lado, gritándole todo cuanto le decía y ella, a su vez, gritándole también a voz en grito “¡BASTA, BASTA YA! ¡CALLA, POR DIOS, CALLA! ¡NO SIGAS, POR DIOS, YAGO, POR DIOS; POR DIOS TE LO RUEGO! ¡CALLA, CALLA!” mientras corría, huyendo de su hijo, de la casa, con él a su lado, gritándole también sus palabras, esas palabras que la aterrorizaban. La acompañaba en su huida sin impedirle andar, correr; ni se le cruzó en su camino, ni, tampoco, intentó retenerla; sólo eso hacía, correr a su lado, con ella, hasta que llegaron a la puerta. Ana siguió corriendo, playa adelante, como loca, tapándose aún los oídos para no oírle, aunque en vano, pues más que nítidas llegaban a ella las palabras de Yago, gritándole desde la puerta. – ¡MUERTO MADRE! ¡ADÁN ESTABA MUERTO! ¡LO HABÍA MATADO CAÍN, PARA ARREBATARLE A SU MUJER, EVA! ¡EVA, SU MADRE, SU PROPIA MADRE, FUE LA MUJER DE CAÍN, TRAS DE QUE ÉL MATARA A SU PADRE, EL MARIDO DE EVA, PARA QUITÁRSELA, APODERARSE DE ELLA! Ana corría, como loca, desquiciada, playa adelante; ya no le oía; ya no oía a su hijo, pero sus palabras retumbaban en su cerebro. Y esos ecos que en su cabeza sonaban como cañonazos, la estaban volviendo loca, destrozándola, moral y físicamente. Corrió y corrió hasta que no pudo más, hasta que sus energías se agotaron. Cayó al suelo, descuajeringada, y rompió a sollozar como, posiblemente, jamás ...
    ... lo hiciera. Deseaba morir; morir, de una maldita vez. Serían sobre las seis cuando Ana se encaminó de regreso a casa; lo hacía cansada, desanimada, insegura, con el miedo en el cuerpo, temiendo encontrarse con su hijo a solas, sin su marido. Llegó y, con el corazón en un hilo, empujó la puerta; al momento, alma y corazón, se le ensancharon: Dentro estaba Juan, su marido, su idolatrado marido, pero de Yago ni rastro. Nada más entrar, preguntó – ¿Y Yago?. – Aún no ha vuelto. No debe tardar ya… Y entonces sí que Ana vio el cielo abierto. ¡Su hijo no estaba, sólo su marido! Se precipitó hacia él, le echó los brazos al cuello y le besó; le besó en los labios, en la boca, reclamando a ésta paso franco a su lengua, que entró en la del marido, morreándole como pocas, muy pocas veces lo hiciera, cosa que dejó a Juan turulato, pues hacía meses que su “santa” no le administraba tal “tratamiento”, con lo que le inquirió cuando le dejó hablar…y respirar – Pero, ¿se puede saber qué te pasa, Ana? – Que te quiero mucho, marido; que me tienes loquita por ti… Eso es lo que me pasa… Y otra vez la burra al trigo y Ana al inmoderado “morreo”, que Juan estaba que hasta las lágrimas le saltaban de puro gozo Y a ver, que “er probetico” se entusiasmó tanto con el “tratamiento”, que las manitas se le fueron al pan, que me diga, a los pechos de su “parienta”, con lo que ésta, sonriente, le soltó – Vaya marido. ¿Se te pone durita? A ver, a ver… Y ni corta ni perezosa, le metió la mano en el calzón y con ...
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