1. YO TENIA DOCE AÑOS


    Fecha: 29/09/2019, Categorías: Incesto Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    ... apenas se bajó de la piedra con los calzones abajo, se sentó en cuclillas expeliendo un largo pedo donde salpicaba mi leche que arrojó mezclada con su excremento casi líquido y en seguida un par de heces intestinales normales… como en el lugar donde estábamos no era precisamente un cuarto de baño, corté unas hojas de higuerilla para que se limpiara, pero no quedó satisfecha, de tal modo que fuimos a la zanja donde corre el agua y ahí se lavó su colita y tuvo que lavar su calzoncito blanco por que estaba salpicado de todo… una vez que abandonamos la huerta saboreando algunos frutos que colectamos, nos dirigimos a la casa. Retornamos donde estaba su madre lavando la ropa que le dio la abuela y yo a continuar deshojando las mazorcas… yo estaba un poco preocupado porque no le dije a niña que callara, pero también estaba muy satisfecho de habérmela cogido… ya podría decir y pensar como adulto, aunque solo tenía doce años. mis preocupaciones se diluyeron cuando la niña me fue a ver y me llevó una rebanada de sandía que mi tía conchita había traído del mercado. La niña adoptaba un aire de mujer mayor entregándome la fruta y en silencio me susurró: me gustó mucho lo que hicimos y quiero que lo hagamos de nuevo… ¿sabes? me gustó tu verga… quiero que volvamos a coger… de este modo y con voces muy bajas conversamos acerca de que este secreto no lo supiera nadie… a pesar de sus seis años la niña razonaba con mucha lógica por que me dijo acerca de su mamá. Ella tenía otra hermanita ...
    ... que vivía con su papá en otra comunidad y que su madre lavaba ropa para sacar para comer. Que su madre hacía chocolate y particularidades, pero mucho llamó mi atención el hecho de que la niña no conocía nada de como hacían pipí los hombres. Ella no sabía que los hombres tenían un instrumento tan delicioso y menos que las mujeres “hacían groserías” con los hombres… la verdad que yo también me llené de información que desconocía… y nuestra conversación se truncó para la hora de la comida… La abuela nos comunicó a la tía, a mis hermanas y a mí, que de ahora en adelante la niña Quetita y su mamá Enriqueta, formarían parte de la familia. Que vivirían en la casita que había sido del tío Miguel y de modo muy severo nos dijo que, si venía un señor a preguntar por la Sra. Enriqueta, no dijéramos nada. Que la llamáramos para que ella hablara con quien la viniera a buscar. Todos asentimos en señal de que se acatarían sus órdenes. Por la noche, la abuela dispuso que yo me fuera a dormir a la casita del tío Miguel para acompañar a los nuevos huéspedes y así se hizo. La Sra. Enriqueta dormiría en la cama grande con la niña y o en un petate junto a la cama. La señora Enriqueta era una mujer como de veinticinco años o más, unos senos grandes, piel blanca, cabello rizado natural, amplias caderas boluditas y unas piernas muy hermosas que se adivinaban en sus vestidos amplios… Este asunto no me hizo muy feliz, pues me privaría de ver los espectáculos de cada noche, pero tal vez podría dormir ...
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