Kristell. Me sorprendió teniendo sexo, se excitó, esa noche fue con ella
Fecha: 04/10/2019,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Lobo Feroz, Fuente: CuentoRelatos
En el tiempo que transcurre esta historia, era el jefe de una consultora inmobiliaria, separado, hedonista por naturaleza, militante del placer y los buenos momentos, sobre todo del erotismo y el sexo.
De la oficina de recursos humanos me habían enviado una joven profesional que se incorporaba a nuestra sección para hacer sus primeras armas en la especialidad.
Me considero un hombre interesante, con mis 46 años, agradable aspecto, que asisto al gimnasio dos veces a la semana, busco estar en óptimas condiciones para practicar el deporte que más me gusta: el sexo.
La vida ha sido demasiado generosa conmigo, y sin envanecerme puedo decir que por mi cama han pasado demasiadas mujeres, seguramente más de las que hubiera merecido, por eso soy un agradecido a la vida por haber sido tan favorecido por la fortuna de permitirme disfrutar de lo más sabroso que tiene la vida, la mujer.
La mujer, el eterno femenino, que es la motivación esencial de los hombres, cazadores por naturaleza que nos permite estar siempre atentos a todas las señales donde podamos encontrar una gacela para darle el zarpazo.
Por ese entonces estaba enredado con una mujer, que estaba atravesando una complicada situación marital, conflicto que la estaba llevando al borde de la ruptura marital, son esos momentos donde se sienten vulnerables y necesitan contención, por esa misma razón me había comentado de las continuas desavenencias debido a la infidelidad del marido y por eso mismo hacía un tiempo ...
... demasiado largo sin las atenciones del débito conyugal. Cualquier hombre medianamente avispado puede deducir que cuando una mujer, que recién supera los treinta, necesita el hombro de un hombre para que la escuche y pueda atender sus “necesidades básicas insatisfechas”, a buen entendedor.
Soy un tipo comprensivo y contenedor de las situaciones emocionales de mis empleadas, por ese motivo, ambos habíamos tomado el hábito de llegar algo más temprano que el resto de los demás, como para hacernos un tiempo y poder darle el sexo que la compañera está necesitando. No era tan cómodo, pero es que ella no disponía de tiempo como para hacerlo en un ámbito más cómodo y menos comprometido, aunque el riesgo de ser descubiertos tenía el incentivo de esa dosis de adrenalina que tanto nos lo hacía disfrutar.
Esa mañana parecía que mi compañera había venido más excitada que de costumbre y en lugar de hacernos una escapadita al archivo para tener la cuota de sexo mañarero, se puso demasiado mimosa y juguetona y la calentura llegó a niveles donde la pasión se convirtió en hoguera, y todo se nos fue de las manos. Nos refugiamos en el tocador de mujeres, ella me bajó los pantalones y me dio una mamada que ya no me permitió pensar en nada más que no fuera metérsela ya mismo. Se volteó apoyándose en el lavabo, levanté su falda, hice a un lado la bombacha y se la mandé de una hasta el fondo, iniciándose una cojidota de esas que hacen temblar las paredes.
Es sabido que cuando estamos en el ...