Las guerreras mágicas caen en una trampa
Fecha: 07/09/2017,
Categorías:
No Consentido
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
Vanesa y Melisa entraron al vestidor. Se trataba de una habitación enorme, que a simple vista parecía vacía. Del techo colgaban dos reflectores que proyectaban dos luces circulares sobre el piso. Las chicas se pararon, cada una en el centro de uno de esos círculos de luz. Entonces, de las cuatro paredes, surgieron repentinamente decenas de tentáculos mecánicos que se estiraron hacia ellas y las despojaron de sus ropas en un santiamén. Ese era un mecanismo creado especialmente para que las guerreras mágicas pudiesen ponerse su uniforme de batalla en el menor tiempo posible, y así acudir a las misiones sin perder tiempo.
Vanesa veía con admiración y cierta envidia el cuerpo de su compañera: Melisa era una chica bajita, de nalgas grandes y redondas, y pechos desproporcionadamente enormes en ese pequeño cuerpo moreno. Melisa, a su vez, disfrutaba de la belleza de su compañera, quien poseía un cuerpo más delgado y armónico que el suyo, la piel nívea y los enormes y expresivos ojos marrones combinaban a la perfección con ese rubio claro con el que había teñido sus cabellos hace poco.
Los tentáculos mecánicos se acercaron nuevamente a ellas y esta vez trajeron los uniformes de batalla, y vistieron a las guerreras en unos segundos.
A Vanesa siempre le parecieron ridículos esos trajes que las obligaban a utilizar para ir a sus misiones: el suyo consistía en una pollera escocesa muy corta, una camisa blanca y encima de ella, un saco azul con botones dorados. La bombacha ...
... también formaba parte del uniforme, la de ella era azul, hecha de una tela especial que resultaba muy cómoda porque no tenía elásticos que le dejaran marcas y le estorbaran a la hora de la batalla. Sin embargo, cada vez que daba una patada o saltaba varios metros en el aire, la pollera se levantaba y dejaba a la vista de sus enemigos la bombacha azul. Era realmente humillante, Vanesa estaba segura de que, quien haya inventado ese uniforme era un pervertido adicto a la pornografía.
Aun así debía utilizarlo, porque esos ropajes eran mágicos y le otorgaba a quien los vistiera una fuerza y agilidad que jamás alcanzarían a tener en su estado normal.
Melisa, en cambio, no se sentía tan contrariada cuando debía usar el uniforme. El suyo era igual al de Vanesa, pero el saco y la ropa interior eran rojos. Pertenecía a una familia conservadora, y estaba cansada de vestirse recatadamente tal como se lo imponían sus padres. Así que cada vez que se vestía con sus ropajes mágicos, se sentía más mujer que nunca.
Montaron en sus pegasos y volaron hasta las coordenadas que el imperio les había indicado.
Enseguida llegaron. Era una zona llena de árboles con una pequeña laguna. En alguna parte de todo ese pedazo de terreno estaría escondido Camus, un siniestro mago que se había rebelado ante el imperio y pretendía crear su propio reino, con sus propias reglas y costumbres. Vanesa había escuchado que Camus pretendía permitir los casamientos entre hermanos y legalizar las violaciones ...