Rosy y el amigo de mi marido
Fecha: 11/09/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... Decía que quería cogerme como me lo merecía ¿Cómo la puta que soy? Me pregunté a mi misma. Con Fernando las cogidas son muy buenas, pero me gusta de él su leche. Ese día en el hotel sentí un verdadero torrente de vida diluyéndose en mi interior, inundándome con sus gratificantes sensaciones, sentía como la leche se me chorreaba por los muslos, era tanto lo que pulsaba que mi conchita no pudo contener todo, aún así me sentía llena, satisfecha, completamente saciada, apretaba mis paredes para poder retenerlo adentro, ya que sentía que se me salía, y no quería perderlo, no quería perder ni una sola gota de ese bálsamo que ya había probado en mi boca y que ahora deseaba sentir en mi concha, dejando que le exprimiera la verga con esas apretaditas de concha que yo sabía muy bien hacer y que a él tanto lo enloquecían. No me salía sino hasta ordeñarle la última gotita de semen que le quedara, gimiendo plácidamente mientras lo sentía discurriendo por cada rincón de mi intimidad, mezclándose con mi propio flujo vaginal, igual de espeso, igual de caliente, igual de complaciente. -¿Y… que te pareció?- me pregunto luego, en un murmullo, cuidando de no romper la magia de aquel momento. -¡Maravilloso!- exclamé, acompañando mi expresión con una sonrisa de pleno júbilo. Ya sentía como su verga iba perdiendo contundencia dentro de mí, como después de la poderosa descarga se iba desinflando, dejándome vacía de carne aunque rebosante de esperma. -Desde ahora quiero que siempre me acabes ...
... adentro- le dije con la misma sonrisa pletórica de ansiedad. -Ya te estás enviciando- dijo soltando una carcajada. -Es que soy una viciosa no puedo evitarlo- le asegure, y en efecto, de ahí en más cada vez que lo hacíamos me acababa adentro, llenándome con esa sustancia suya que ya formaba parte de mi propio organismo. Después me tumbó de espalda en la cama, me separó las piernas y zambulléndose entre ellas arremetió contra mi caldeada conchita. Desplegó mi falda hacia los lados y haciendo a un lado mi tanga de algodón comenzó a aplicar su lengua en una forma por demás enloquecedora, por supuesto que sabía donde lamer, donde aplicar esas lamiditas, esos punteos, esas presiones que me desquiciaban. La humedad era inmediata, un charco repentino se formaba en mi conchita, charco que él se encargaba de sorber y degustar con evidente avidez, me la metió de un solo empujón y empezó a darme con todo, bombeándome ruda y secamente, haciéndome volar con cada embiste, yo me abría toda para él, recibiendo cada pedazo de esa verga sublime que tanto placer me proporcionaba, me frotaba yo misma las tetas, me las apretaba y pellizcaba por sobre la remera, entregándome por completo a ese desborde de pasión que me arrancaba de mi propio cuerpo para elevarme hacia lugares que solo existen mucho más allá de la percepción natural. Enredaba mis piernas alrededor de su cuerpo para atraerlo aún más hacía mí y sentirlo en todo su rebosante esplendor, sintiéndolo palpitar en lo más profundo, bien clavado en ...