Con una hermosa de 19 años. I
Fecha: 20/01/2020,
Categorías:
Infidelidad
Autor: dandar, Fuente: CuentoRelatos
Eran más de las 3 de la madrugada y estaba cansado de manejar, así que cuando vi al costado de la ruta una estación de servicio, con alojamiento, decidí detenerme y continuar viaje al otro día.
Al acercarme, a la entrada de la playa, vi a más de diez chicas. Algunas estaban inclinadas sobre las ventanillas de autos; otras, separadas cada tres metros, apenas vestidas. Todas ofreciendo sexo pago.
Me calenté. Pensé que, luego de bañarme y cenar, buscaría alguna putita. Detuve el auto al lado de una piba de lindas piernas y le pregunté cuanto pedía, que hacía en la cama, y en dónde.
Me estudió y con tono ausente respondió (traduzco los precios en dólares): “Pete, diez; simple, veinte; completo, treinta. Eso en el auto, sino, en las piezas del parador, que cuestan 20 pesos”
—Voy a alojarme ahí; ¿cuánto pedís por la noche?
—¿Cuántos años tenés? –retrucó.
—49; ¿por qué?; Vos, ¿qué edad tenés?
—Porque no me quedo con viejos, pero vos parecés bien…; Te cobro cincuenta. Y tengo 22.
No podía gastar ese dinero. Me excitó la putita, pese a su poca onda. Disimuladamente saqué fotos con el celular. Después las pondría en el archivo de la notebook y disfrutaría a solas. Reinicié la marcha. Cargué combustible y estacioné delante del albergue.
Carolina
Al bajar de mi vehículo observé a una jovencita parada al lado de la puerta del alojamiento.
Muy bonita de cara, delgada de cuerpo, aspecto elegante. Si no fuese por como estaba vestida, pasaba por una chica ...
... que esperaba a su familia para irse a dormir.
La pendeja vestía un pantalón jean cortísimo, el cual dejaba descubiertas sus preciosas piernas y marcaba una deliciosa cadera y culito. Arriba, un top suelto, levantado por senos indudablemente prominentes, mostrando una cintura fina y vientre firme.
Reitero: pese a la ropa provocativa, el aspecto de la piba no parecía de puta.
“Qué rica pendeja para coger toda la noche”, pensé. Me imaginé chupando su conchita estrecha, suave, rosadita… Y hundiendo mi cara, mi lengua, en ese culito tierno… El único modo de cumplir mis deseos era que pagase por su cuerpito. Pero me imaginé que esta nena debía cobrar el doble que la chica a la que le había preguntado su tarifa. Creció mi apuro para pajearme. Avancé hacia la entrada del albergue.
Al pasar al lado de la bonita, sin mirarla, advertí una mano tocando suavemente mi brazo izquierdo. Y una cálida, tierna, delicada voz.
—Señor…, perdone… ¿puedo hacerle una pregunta…?
—Decime… - contesté, simulando indiferencia.
— Usted…, ¿va a pasar la noche en este parador?
— Sí; ¿por qué?
— Este… pasa que tengo un problema…; y usted parece un buen hombre, serio… ¿Puedo pedirle un gran favor…?
No supe cómo reaccionar. Me asaltó la desconfianza; pensé que la piba, con ese aspecto ingenuo, en realidad fuese anzuelo de delincuentes. Y al mismo tiempo intuí que estaba delante de una gran oportunidad… La recorrí con mi mirada, mientras imploré a mi cerebro lucidez.
—No entiendo… ...