1. Cornudo desde una jaula


    Fecha: 05/02/2020, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Moncho37, Fuente: CuentoRelatos

    ... a frotarle con suavidad los labios vaginales.
    
    Sin volver la cabeza, mi mujer dejó escapar un leve gemido y no pudo evitar el cerrar un momento los ojos mientras su lengua recorría libidinosamente sus labios, a causa del placer que sentía al tomar contacto su clítoris con los expertos dedos del negro que seguían moviéndose entre sus piernas. El negrazo que ayudaba a Laura a ponerme los cuernos debió de considerar que su coño estaba suficientemente mojado para clavarle su enorme herramienta, porque en seguida la tomó de la cintura y de una forma un tanto brusca la hizo sentarse sobre él haciendo que mi mujer soltara un largo grito de placer que crecía en intensidad a medida que su vagina se llenaba con la gruesa coca cola de dos litros del negro. Luego, sin darle apenas tiempo de que su cueva se amoldara a las medidas de la tranca que la penetraba, el negro la agarro por las caderas y comenzó a moverla hacia arriba y hacia abajo en lo que tras unos segundos acabó convirtiéndose en una salvaje follada. Yo los contemplaba con la polla totalmente tiesa, y por algún motivo comencé a tener que hacer serios esfuerzos para no correrme viendo como mi esposa se movía desbocadamente sobre el negro, y cada vez que el rabo de este llegaba al fondo de su coño, ella gritaba estridentemente como si una barra de hierro al rojo vivo chocara contra sus entrañas.
    
    —Aaaahhhhh.... Ssiiiiii.... Dios.... Cabrooonnnnn.... Más despacio, hijo de puta.... No me des tan fuerte... Que me estás ...
    ... destrozando el coño.... —Le decía Laura entre grito y grito, pero en un tono nada autoritario y que más bien indicaba todo lo contrario— Jodderrrrr.... Quien tuviera una polla así todos los días en casa.... Ssiiii...
    
    A todo esto, las manos del negro no permanecían ociosas. Mientras una de ellas seguía acompañando las caderas de Laura en las fuertes embestidas, la otra iba alternando entre su coño y sus tetas, y en cada sitio se demoraba unos segundos palpando sus senos con rudeza, o bien frotándole frenéticamente el clítoris cuando le tocaba el turno a la entrepierna de mi mujer. Así continuaron durante varios minutos en los que yo no dejé de pajearme mi humilde verga en comparación con la que calzaba el negro. Hasta que, en un momento dado, el tío detuvo sus fuertes movimientos he hizo que mi mujer dejara de cabalgarlo para luego hacerla levantar del sofá tomándola por un brazo.
    
    —Vamos, guarra, que ahora vas a saber lo que es echar un buen polvo. —Le decía el tipo mientras la conducía a la jaula que estaba acolchada de cuero por encima— Verás cómo al cabrón de tu marido le empiezan a asomar los cuernos por entre los barrotes.
    
    Con la misma rudeza con la que había actuado hasta el momento, la tumbó sobre el cuero que cubría el techo de la celda rectangular y agarrándola por las pantorrillas le separo sus piernas al máximo. Luego, sin pronunciar una sola palabra, se subió de rodillas a la jaula y agarrándose la enorme polla con una mano, colocó la punta de esta en la entrada ...
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