Delia
Fecha: 11/02/2020,
Categorías:
Fetichismo
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Delia
Acércate, preciosa, le dije. Ella dudó, pero finalmente se acercó a la cama redonda dónde estaba yo echado. Me paré y le acaricié el rostro suavemente. No te haré daño, Delia mía, todo lo contrario, hoy te haré una mujer de verdad, preciosa, dame un beso. Ella volteó ligeramente la cara, pero, aunque estaba asustada, noté que miró mi pene con curiosidad cuando le hablaba. No te hagas de rogar, mi vida, tócalo, no hay nadie aquí que te pueda juzgar. Tócalo si quieres y yo te haré sentir el placer que nada en el mundo te hará sentir. Mañana en la mañana estarás en tu palacio sin que nadie lo haya notado, y esto quedará en secreto, le mentí. Ella pareció aliviada, ella parecía desearme también, sin embargo, notaba inseguridad susurró con su delicada voz. Levanté su cabeza hacia mí e introduje mi lengua en su boca. Se dejó llevar, mientras yo bajaba mis manos hacia sus firmes glúteos. Le bajé el vestido de dormir de que tenía mientras veía su ropa interior, la llevé lentamente hacia la cama. Una vez echados, la desnudé por completo y pude ver con mucho placer sus grandes pechos, y la carnuda vagina deseando ser penetrada fuertemente. Su cuerpo era delgado y curvo y olía a un dulce aroma. Me acerqué y la abrí de piernas, ella se tensó. Lamí su clítoris de arriba hacia abajo primero lento y luego más rápido, dándole besos, mi lengua fue adentrándose. Eso hizo que se eleve hacia mí sin proponérselo. No dejaba de sollozar de placer cada vez más fuerte, lo cual no dejaba de ...
... excitarme. Abrí su rosada vagina y no me sorprendió verla con el himen intacto. Me excité mucho más, pero me contuve. Levanté sus piernas juntas, mi joven Delia levantó su cabeza y sollozó un poco. Lamí mis dos dedos y los posé sobre su virgen vagina. Ella gimió nuevamente, estaba tensa y asustada, pero eso no me detuvo. Por un momento dudé que mi grueso pene pudiera entrar por ahí, así me acerqué hacia ella y le volví a dar un beso con lengua, para excitarla. Regresé hacia esa riquísima vagina y le di un beso con lengua. Ahora vas a sentir un poco de dolor, le susurré, pero no temas mi amor, que se convertirá en un enorme placer. Ella, con las piernas abiertas y sus pechos mirándome, me miraba aún recobrándose del desconocido placer que había experimentado hacía un momento. Hazlo, gimió, tratando de tocarse su vagina mojada con los dedos. Sonreí, yo estaba casi temblando de placer cuando agarré mi pene y lo rosé de arriba abajo por su conchita húmeda. Sin embargo, cuando traté de meterla, ella se asustó, emitió un sollozo, y gritó: despacio, despacio. Ahora estaba tensa y cada vez que acercaba mi pene gemía en una mezcla de placer y dolor. Respiraba fuerte con los ojos cerrados. Me estaba a punto de correr en toda su vagina, pero aún no era el momento, con un solo movimiento impulsé mi pene hacia adentro y disfruté el dolor y el placer de sus gritos cuando mi pene pudo, por fin, introducirse por completo. Ella abrió la boca por completo con un gesto de dolor, mientras que ...